La devaluación de la moneda se veía venir. Llegó, y se nos dice que no es devaluación. Para eso, el gobierno quizás debió esperar un poco más de un mes y anunciarla en Carnaval.
Necesidades que estaban en el tipo de cambio oficial, pasan a abastecerse en una subasta que parte en el doble de éste. El otro cambio, el innombrable, reacciona y sube. ¿Es o no devaluación? La discusión no es tonta, sencillamente, no existe.
Grave es que las medidas sean, como lo han dicho prácticamente todos los expertos, incompletas y, en buena medida, indefinidas, por lo que elevan la incertidumbre y multiplican las causas de los problemas de la economía. Y más grave todavía que en virtud de lo que dice el gobierno al anunciarlas, persiste la incomprensión oficial acerca de sus causas. Cree o dice creer el gobierno que los responsables son otros, como los viajeros o quienes tienen familiares fuera a los que envían remesas, que puede continuar con las políticas que han producido escasez e inflación, que puede mantener impunemente a equipos con credibilidad también devaluada, que nada tiene que ver con lo que pasa el deterioro de Pdvsa, ni el gasto público desorbitado y desordenado, ni el endeudamiento, ni los regalos al exterior, ni la dependencia de las importaciones.
Cuando faltan divisas, ¿cómo no preguntarse por qué no estamos generándolas en las cantidades que reclama la economía? E inevitablemente, ¿Por qué la economía no crece? Y la respuesta tiene desembocadura, ¿Por qué exportamos menos petróleo? ¿Por qué ya no exportamos nada más? ¿Por qué importamos tanto de todo, hidrocarburos incluidos? ¿Quién es el primer importador del país? ¿Quién es el que más gasta?
Los venezolanos venimos pagando todos esos desaguisados, y seguiremos pagandolos, solo que cada vez más caro.
23 de enero
Históricamente, el 23 de enero está ligado al fin de la dictadura militar y a la unidad nacional. Lógico, porque así fue la recuperación de la democracia. El régimen militarista-tecnocrático se vino abajo porque fueron más sus pasivos que sus éxitos y porque al país, incluidos los propios militares, ya le resultaba insoportable. Y la unidad fue tal, en los partidos unidos en la Junta Patriótica y en la sociedad a través de universitarios, intelectuales, sindicalistas, empresarios, profesionales, que para caracterizar aquel promisor clima nacional se le bautizó como espíritu del 23 de enero.
El 23 de Enero por su contenido y por su cualidad de fecha patria, fue un punto de encuentro entre venezolanos. Como tantas otras cosas, en los años posteriores a 1999, ha devenido en otro factor de división. Todos lo celebramos, pero por distintos motivos. La cosa, creo recordar, empezó cuando los sectores inconformes y opositores organizaron su primera gran marcha hasta El Silencio en esa fecha, y el gobierno decidió apropiarse de la efemérides.
Este año, como producto de una evolución natural que se viene produciendo, el gobierno convierte en el ícono de la fecha a Fabricio Ojeda, pero no en su papel de periodista y dirigente clandestino de la Junta Patriótica anti-dictatorial, sino de guerrillero. Porque lo que se valora en él no es lo que hizo antes del 23 de Enero sino mucho después, cuando dejó el Congreso y se fue a la lucha armada para establecer aquí un gobierno tipo cubano. El héroe oficial del 23-E no es el pueblo, ni la unidad de los venezolanos, tampoco la Fuerza Armada o el Almirante Larrazábal decisivos en su hora. Exaltan a un compatriota, no por sus méritos para lograr el fin de la dictadura, que los tuvo y no pocos, sino por su intento de poner fin a la democracia que comenzaba.
La Unidad celebra el 23 de Enero la libertad y la paz. Porque su vocación es nacional, ha invitado a protagonizar su acto a Américo Martín, un actor de aquellos históricos sucesos, y su presentador será el periodista Alonso Moleiro. Si algo ganamos los venezolanos el 23 de Enero de 1958, fue la libertad de expresión y la libertad frente al miedo, y ambas están en peligro hoy. La primera por las restricciones y amenazas diversas que la acosan. En ese contexto, no es menor la crisis de papel periódico. La segunda por la violencia que arrebata la vida a más de dos decenas de miles de venezolanos cada año. Una guerra sin corresponsales que nos desangra y nos desgarra.
Creo que una y otra conmemoración revelan las alternativas que tenemos ante nosotros hoy los venezolanos.
Así nos ven
En el Índice de Estado de Derecho 2013-1013 de The World Justice Project, la justicia penal venezolana clasificó por segunda vez en el puesto 79 de igual número de países evaluados. Última.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos instó al gobierno a garantizar papel para la prensa. La escasez de papel, dijo Catalina Botero, relatora especial de libertad de expresión de la CIDH, “es un problema grave no solo para medios y periodistas, sino para la sociedad, que ve afectado su derecho a la información”.
El informe mundial 2014 de Human Rights Watch denuncia la acumulación de poder y el deterioro de las garantías, así como el “mayoritarismo abusivo”, que hacen que la venezolana, la nuestra, sea considerada una “democracia ficticia”.
Rincón de libros
En una librería chilena conseguí la semana pasada La neblina del ayer de Leonardo Padura (Maxi Tusquets. Barcelona, 2013) que en las de aquí como tantas otras cosas, no está, a raíz de esta originalidad nacional de ser el único país petrolero con crisis de divisas. Dejo así constancia de mi admiración por los libreros, quienes nos hacen el favor de mantener abiertos sus establecimientos.
La amarga ironía del habanero se despliega en estas páginas. Su anterior novela, Herejes la dejé en manos de un amigo, casi un hermano, voraz lector desde que éramos adolescentes en este nuestro Barquisimeto, mío por nacimiento, suyo por destino.
Entre las mejores líneas del libro, ésta: “Ese es un libro subversivo, tú –concluyó Carlos. –Casi terrorista.” Hablaban de un recetario de cocina publicado en tiempos pre-revolucionarios. Lleno de “recetas imposibles”, porque sus ingredientes no se consiguen en los mercados cubanos