“Hoy hace un año que volví a nacer, aún así las imágenes de ver a mis compañeros cómo eran ejecutados por los verdes, se vienen a mi mente y siento odio e impotencia, siento el dolor como si me acabaran de herir. Pero cada noche sueño con que el Gobierno le rinda cuentas al país y digan en verdad qué pasó en Uribana”.
Es el testimonio de quien fue interno del penal. Se hizo llamar Ricardo para esta entrevista y sobrevivió como él lo dice “porque Dios es grande” a la llamada masacre de Uribana que dejó como saldo 65 personas fallecidas y más de 100 heridas.
Intervención anunciada
El 24 de noviembre del 2012, la ministra de Servicios Penitenciarios, Iris Valera, se trasladó hacia Uribana para colocar la piedra fundacional del Centro de Reclusión para Procesados y Procesadas Judiciales, sitio de reclusión hoy en día llamado Fénix. En horas de la mañana, cuando se hacia la inspección, reclusos de Uribana comenzaron a disparar en contra de los que estaban en la construcción e hirieron a un obrero.
Dicha situación molestó a la ministra. “Se le acabó el tiempo a las “mafias” en Uribana”, seguido de ello suspendió las visitas y anunció que se llevaría a cabo una requisa profunda para desarmar a los pequeños grupos que mantenían a toda una población sometida.
El mes de noviembre fue duro para los internos; el ambiente estaba un poco tenso, el pase de paquetes se endureció para ellos y el suministro del agua era cortado así como el de la luz.
Muchas reuniones se llevaron a cabo entre los pranes del penal y los pastores que eran los mediadores, hasta que el 9 de diciembre lograron dar visita corrida y acordando que en enero se haría la requisa. Ricardo asegura que los pranes debieron pagar una cuota para lograrlo. El miércoles 23 de enero del 2013, fue el último día que recibieron visita. El jueves llegaron doce tanquetas al penal, a su vez los pastores se reunían con los pranes para finiquitar los detalles de lo que sería la revisión y conteo de los internos de Uribana. Ellos dieron la noticia al resto de la población penal. Para la fecha había 2321 hombres y 138 mujeres internos.
El propio Nelson Bracca en horas de la noche haría oficial ante medios de comunicación que la requisa se haría el viernes 25 en horas de la mañana.
“A nadie se le olvida lo sucedido”
Ricardo lleva en su cuerpo varias cicatrices de lo vivido en Uribana, durante su estadía por dos años y 9 meses, pero hay una herida mayor que no ha podido sanar y es la que lleva en su corazón por todo lo sucedido el día de la intervención.
El miércoles, cuando apenas la visita salió del penal, se comenzaron a preparar. Guardaron las armas en las llamadas “caletas o bóvedas”, que fueron realizadas en diversas áreas del penal, unas en el suelo, otras en las paredes, dentro de túneles, tubos. Lo mismo hicieron con la droga y las armas blancas.
A las 5 de la mañana sabían que los Guardias Nacionales tenían rodeado el penal. A las 6 de la mañana se abrió el portón del penal y comenzó a entrar la comisión pastoral. Hablaron con los internos y horas más tarde entraron los funcionarios quienes, con anillos de seguridad, rodearon el campo y la pista, así mismo entraron los efectivos del Grupo de Respuesta Inmediata y Custodia (GRIC). Paralelamente se hacía la revisión en el área de anexo femenino y la misma fue rápida y culminó sin problema alguno.
Los hombres pasaban por una fila en donde estaban 20 efectivos de custodia quienes le hacían la revisión corporal para evitar que estuvieran armados. Luego, pasaban al centro del campo. Ricardo comenta que además de los anillos de seguridad estaban rodeados por tres tanquetas.
“Teníamos como una hora en el campo llevando sol y los funcionarios entraron a varios sectores para ver que nadie estuviera por allí. Uno de los compañeros que se quedó dormido en una garita del área de mínima fue conseguido y sacado; lo llevaban esposado. Los estaban maltratando y nosotros comenzamos a protestar, allí un custodio nervioso disparó al aire y nosotros tiramos piedras. Ya todo estaba tenso e inmediatamente comenzaron los verdes (guardias) a disparar y los del GRIC contra nosotros que estábamos desarmados, pero cuando cayó el verde herido la cosa se puso más fea”, relata el exinterno de Uribana.
El interno explica que se activó el instinto de sobrevivencia. “Todos corrían para salvar sus vidas”. Pudo ver cómo en la parte de la capilla estaban cuatro funcionarios de la Guardia Nacional “que ejecutaban a los presos que por allí entraban.
Las tanquetas pasaban por encima de los que estaban cayendo heridos y de algunos que ya estaban sin vida”, aseguró el sobreviviente.
“El fuego cesó durante 20 minutos y por instinto comenzamos a romper las paredes y sacar las armas. Fue suficiente para armarnos y allí comenzó la guerra. Con todo este episodio algunos aprovecharon para saldar sus cuentas y hasta hubo un cambio de carro”, describió Ricardo.
Uno de los francotiradores que indicaron los testigos era del Gobierno, disparó a Henri “El Chueco” (uno de los pranes de la cárcel) y junto a él se encontraba Mario Segundo Camejo, pastor evangélico que tenía 25 años sirviendo a los privados de libertad, quien quedó en la línea de fuego y fue herido.
“Yo me armé de valor y con otros compañeros salí a rescatar a Segundo, porque él nos ayudaba y en ese momento recibí un balazo de FAL en la pierna y tuve fractura de tibia y peroné. Aún así seguí guerreando”, relató Ricardo.
“El Chueco” y el pastor fueron arrastrados hasta la torre de máxima pero como la guerra estaba prendida nadie podía sacarlo, él se desangró y en ningún momento dejó de orar. Decía que creía en la transformación del penal.
Cese al fuego
Una vez que se supo que el pastor Segundo se encontraba herido dentro del penal y que José Honorio Arriechi Rojas (36), miembro de la Comisión Pastoral del Ministerio de Servicios Penitenciarios, también estaba herido, cesó el fuego y dieron paso para que sacaran a los internos heridos.
En las primeras ambulancias sacaron a tres funcionarios de la Guardia Nacional heridos, dos de ellos llevados a una clínica privada y uno perdió la vida, luego a los pastores, pero Segundo ya había fallecido.
Los internos eran lanzados en las afueras del portón. Ricardo, quien estaba herido, comentó que a muchos compañeros los dejaron morir allí afuera porque no les prestaron los primeros auxilios a tiempo; aquellos que veían que hablaban y respiraban bien los sacaban para el hospital.
“Los ánimos estaban tan caldeados que entre los mismos verdes se apuntaban, hasta el director del penal lo apuntaron y allí fue cuando los pastores intervinieron para que no se mataran entre ellos”, relataron los reclusos.
“A mí me llevaron al hospital. Más que dolor por la herida, sentía impotencia por todo lo que estaba pasando; nos estaban matando como unos perros y sin poder hacer nada. En el hospital me quité la camisa y estaba llena de huecos y pensé que así estaba mi cuerpo, pero Dios es grande y estoy vivo; eso eran balas y esquirlas y a mí solo me hirieron en la pierna y heridas de esquirlas en el estómago y codo”, dijo.
El 25 de enero fallecieron un total de 55 personas, de las cuales 52 eran privados de libertad, un Guardia Nacional y el pastor Segundo Camejo. Con el pasar de los días a esta lista se fueron sumando otros internos que estaban heridos, así como el pastor Arriechi Rojas y el total de fallecidos por la intervención de Uribana fue de 65 y más de cien heridos.
Evacuado el penal
La vivencia de Ricardo se replica en el rostro de muchos sobrevivientes de la masacre y todas las historias coinciden. Debido a la tragedia la ministra decidió desalojar por completo el penal. Luego de que los heridos fueron dados de alta fueron llevados otra vez al penal. “Estuvimos cuatro días encerrados en el área llamada La Vaquera. Las mujeres que allí estaban fueron trasladadas y el primer autobús de internos en salir fue en donde iba Edwin “El Gordo” uno de los pranes quien escogió como sitio la cárcel de Trujillo y se fue en compañía de todo su grupo”.
Otros internos fueron trasladados a los demás penales del país. En total fueron 2.092 los reclusos evacuados de Uribana. Una vez que el recinto carcelario quedó solo, inició la requisa: diez días de búsqueda les permitieron descubrir siete “caletas”. Encontraron 111 armas de fuego, 89 cortas y 22 largas, un total de 8.568 municiones de diversos calibres en su mayoría para fusiles, 135 cargadores de armas, 108 para pistolas y 25 para fusiles y 280 armas blancas, 12 granadas y 12 bombas lacrimógenas, reportó la ministra Iris Valera en su momento.
Mal recibidos
Una vez que los guaros comenzaron a llegar a otros penales fueron mal vistos, dormían a la intemperie, tenían que pagar “causa”, dinero cancelado por tener derecho a dormir en un sitio o simplemente sobrevivir; muchos de ellos fueron asesinados por el simple hecho de venir de Uribana o porque incumplían con las normas internas.
De la mano de esta situación vino la penuria de cada familiar para visitar a sus seres queridos. Por tres meses se dispusieron autobuses para algunos penales, pero esta ayuda fue eliminada.
Madres, padres, esposas y hermanas, comentan que mantener una persona en Uribana en una semana cuando mínimo generaba un costo de 2 mil bolívares en aquel momento y el sacarlos fuera del estado triplicaba los costos, porque aparte de los insumos, debían llevar ropa porque perdieron todo, así como dinero para los viáticos y las causas.
A un año de haberse registrado la masacre de Uribana esta situación la siguen padeciendo muchos familiares, quienes piden que los suyos sean retornados a su penal de origen y aún esperan respuesta de las autoridades quienes iniciaron averiguaciones penales, a través de la Asamblea Nacional y aún ninguna autoridad se ha pronunciado al respecto, aunque Oscar Ronderos, miembro de la Comisión e Cultos y Régimen Penitenciario de la Asamblea Nacional indicó que el informe ya estaba listo y adelantó que habría responsabilidades para algunos funcionarios y algunas pruebas serían emitidas hacia el Ministerio Público, para que ellos concluyan su investigación o actúen por la vía penal.
“Los principales son los culpables”
Ricardo manifiesta que no sabe qué hacer con lo que siente.
Siente mucho odio hacia el Gobierno “porque ellos mataron a muchos de mis compañeros a mansalva”, pero él y la mayoría de la población penal tiene claro que los culpables de todo fueron los pranes.
“El Chueco y Edwin entregaron el penal. Tenían que pensar en el bienestar de toda la población y ellos manejaban esto como una fábrica de dinero”, asegura.
El sobreviviente exclamó que los llamados sabandijas, el resto de la población y hasta los mismos reos de las iglesias quedaron peleando. “Había que morir peleando, aunque nuestra ideología es prohibido morir en prisión. También estamos claros que el Gobierno nos dio un beneficio para callarnos: sólo esperamos que Dios haga su justicia”, enfatizó.