En vez de murmurar por las dificultades y percances del camino, vamos a mirar para el frente y decir «gracias» por el sostén, por la protección, por la salud, por los buenos momentos, por la vida, etc.
Sí; nuestros labios deben acostumbrarse a decir: ¡Gracias! Nuestros corazones deben estar jubilosos por la alegría, por tanta felicidad. Estábamos cercados de dudas y ahora la confianza nos abraza; estábamos solos en nuestras frustraciones y hoy tenemos la compañía de los ángeles (incondicionales amigos), que caminan a nuestro lado por doquiera que pasemos.
Sí; no podemos dejar de decir siempre: ¡Gracias!
Los elogios que nos transmiten por nuestra manera de vivir deben ser elevados a nuestra mente. Los elogios que están rellenando nuestra alma, por la forma de vivir, deben ser colocados bien en lo alto de nuestra conciencia, para alimento de nuestra felicidad; los elogios por la transformación de nuestros días, desde que abrimos el corazón, deben ser encaminados, con muchos aplausos.
¿Hemos hecho que nuestros elogios lleguen en forma de gratitud, por todo lo bueno que hemos recibido en su vida?
Desde la ciudad de Campana (Buenos Aires), recibe un abrazo, y mi deseo que Dios te bendiga, te sonría y permita que prosperes en todo, y derrame sobre ti, salud, paz, amor, y mucha prosperidad.
Nuestra manera de vivir
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