No tengo idea de si este artículo aparecerá, si EL IMPULSO va tener papel para su edición de hoy, dado el ensañamiento en contra de que lo tenga. Así vivimos, de la Seca a la Meca buscando los productos básicos. Si aumenta la gasolina cesará el peregrinaje pues resultaría muy caro. Nos conformaremos con comprar en la surtida tienda “Lucky”. No significa sortario en inglés, como ustedes piensan, aunque se trata de suerte conseguir lo que se busca, la traducción en nuestra circunstancia actual es: “luquihaya”, es decir, lo que haya o lo que se halla.
Hoy es 22 de enero, estamos terminando la tercera semana del año, va rápido. Consulto un estupendo libro que me acaban de regalar mi primo el músico, compositor y director de orquesta Alfredo Rugeles y su esposa, por mi reciente cumpleaños, titulado “SANTOS – Día a día, entre el arte y la fe” y encuentro que hoy es día de San Vicente, diácono y mártir del siglo IV, nacido en Huesca, por lo tanto español, sufrió el martirio el año 304, una víctima más de la feroz persecución del emperador Diocleciano, de tan triste memoria como un Stalin, un Hitler y los conocidos de ahora. La nota está ilustrada por un ingenuo y coloreado díptico anónimo español del siglo XV que reseña su martirio. Me detengo en éste porque parece una secuencia de las tragedias que vivimos hoy por la delincuencia organizada o desorganizada, pero en todo caso no sólo actuando a sus anchas, sino aupada o al menos tolerada con indiferencia e impunidad por parte de desgobierno actual, heredero fiel del dado a luz -o tinieblas- por el ilegítimo difunto.
Tenemos muchas causas para caer en desaliento, para pensar que nuestro pías no tiene salida, ya está demasiado destruido como para esperar que aun si pudiéramos acabar con la pesadilla y tener un buen gobierno, se lograría salir de la crisis total en poco tiempo. Por delante nos aguardan muchos años de lucha aunque la recuperación empezara hoy. Ardua tarea será volver a levantarnos, a ser una nación rumbo al progreso. Sin embargo, no debemos, no podemos caer en ese desaliento ni contribuir con nuestra actitud negativa, de rendición, a una colectiva resignación sin esperanzas. Eso sería el fin, debemos impedir que llegue.
Necesitamos gente alegre, honesta, valiente, luchadora, tesonera, capaz de ayudar a poner en pie a este país. Los pusilánimes que se escondan o se vayan, porque cuando hablan sólo saben hundir los ánimos con sus lúgubres vaticinios. Quien no se sienta capaz de ser héroe –muchos no nos sentimos tales- al menos que no sea rémora. Es comprensible que a veces nos veamos incapaces, casi vencidos por los acontecimientos a nuestro alrededor, pero no hay que cultivar ese estado sino salir pronto de él. Yo he experimentado esa desolación.
Cuando amaneció el octavo día de este año, ya conocido la víspera el absurdo y horrible crimen doble que dejó herida y huérfana a una niña inocente, seguramente bajo el peso doloroso de esta tragedia, me di cuenta de que no tenía ánimos para levantarme de la cama: amanecí muy vieja. Lógico, porque lo estoy, por supuesto, pero dentro de la vejez acostumbrada tuve la impresión nueva de sentir como si los siglos del mundo me aplastaran. Amanecí muy vieja y quería permanecer el día entero entre las sábanas, olvidando toda obligación de pie, que ya no tengo muchas, pero tampoco estoy aún para el arrastre. Me acordé de mis tías paternas, algunas de ellas, por alguna u otra causa, se metieron en la cama y no se levantaron más. Entre nosotros, en broma, nos alertamos mutuamente diciendo, cuando nos enfermamos, que Álamo que coge cama no se levanta más. Absurdo: los árboles mueren de pie, el homónimo nuestro tiene raíces profundas y se yergue muy recto hacia la altura. Me levanté rápidamente y di cara a la luz.
Espiritualmente debemos hacer lo mismo. No dejarse jamás aplastar por el mal que parece irremediable. Siempre habrá una solución, una salida que depende más de nuestra voluntad que de causas adversas externas. ¿Dónde estaría el cristianismo si aquella docena de pobres pescadores, ineptos y atontados se hubieran quedado dormidos ante el inmenso y corrompido imperio romano?
Del Guaire al Turbio – Amanecí muy vieja
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