¿Cuántos muertos más?

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Un enorme afiche en la entrada del Avery Fischer Hall en Nueva York anuncia los dos conciertos que Gustavo Dudamel dirigirá el próximo mes de marzo con la Filarmónica de Los Ángeles. Sentí un enorme orgullo de que Gustavo le dé al nombre de Venezuela una connotación positiva. Porque así como sentí orgullo de él, de su genio, de su trayectoria ascendente, de su carisma y su encanto, también sentí profunda vergüenza porque en muchos lugares que visité en este viaje a la Gran Manzana, cuando la gente sabía que yo era venezolana, me manifestaba su horror por el tema de los asesinatos. «¿Es tan grave como dicen?» me preguntó una dominicana. ¿Cómo responderle que tanto o peor? ¡Nadie que no viva en Venezuela puede entender la magnitud de lo que nos está pasando! «Yo vi en la prensa lo de «la muchacha y su marido» que mataron frente a su hijita de cinco años». Como escribí la semana pasada, los Berry Spear le pusieron cara a tantísimas víctimas de la violencia. Y eso ha permitido que la noticia, ahora con nombre y apellido, haya recorrido y conmovido al mundo.

La semana pasada en la primera plana de El Universal salió una foto de un joven sosteniendo la foto de sus padres «asesinados en 2007 para robarles el carro» en la protesta en Plaza Venezuela. Conozco el caso de primera mano, porque ese muchacho, Bernardo Mayorca Martí, y las víctimas, Eduardo Alberto y Carmen Cristina Mayorca, son mis primos. Tiemblo todavía al recordar ese día. Presentí que algo grave había pasado cuando sonó el teléfono en mi casa tarde en la noche y mi primo Lorenzo Centeno me dijo: «Malas noticias, mataron a Eduardo y a Cristi»… ¿Cómo comunicarle a mi mamá que su prima más querida y cercana había sido asesinada con su marido, un médico honorable, cuando llegaba a la iglesia para asistir a un matrimonio? ¿Cómo narrarle lo que había pasado para que en medio de su demencia senil no entrara en un estado de pánico que no pudiéramos controlar?…

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Tal vez si usted está leyendo este artículo en otro país -por obra y gracia del Internet y las redes sociales- piensa que nuestra familia fue una excepción y que esas cosas usualmente no pasan. Se equivoca, por desgracia. A estas alturas, no hay familia en Venezuela a quién no le haya tocado recibir una llamada como la que nosotros recibimos. Un amigo que vive en New York me dijo que a dos vecinos suyos en Caracas los habían matado.

Lo peor es que la esperanza de que el gobierno haga algo es cercana a cero, incluso entre los partidarios del chavismo. Los voceros oficiales se vuelven un ocho explicando que la lucha contra la inseguridad «es tarea de todos»… ¿Cómo que «tarea de todos»?… ¡Los primeros que no hacen SU tarea son los cuerpos de seguridad del Estado. Los mismos ineptos para ponerle coto al hampa son completamente aptos para atrapar a los asesinos una vez consumados los crímenes… ¿Por qué no los evitan? ¿O es que no los quieren evitar?

Yo quisiera saber qué puedo hacer yo como ciudadana, aparte de no salir y trancarme en mi casa con toda clase de cerraduras y candados y encima rezar para que no haya un terremoto, porque me caerá la casa encima tratando de salir si tengo la fortuna de que las puertas no se descuadren con las barras de acero que tienen por dentro. En mi casa el arma más contundente que hay -aparte del rodillo- es una china. Entre otras cosas porque no creo que tener armas en las casas sea la solución del problema.

Acabamos de ver atónitos cómo Maduro enroca por enésima vez el gabinete ejecutivo. Las mismas caras que no han servido para nada van a demostrar de nuevo que no sirven en otros puestos… En Venezuela los expertos en crímenes, secuestros, prevención y protección trabajan privadamente. Puede más la obsecuencia partidista que los méritos. Señor Maduro… ¿cuántos muertos más se va a echar encima antes de hacer algo?…

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