¿Quién tiene la culpa?

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¿Dónde debe trazarse la línea entre la responsabilidad de un individuo por cuidar de sí mismo y la responsabilidad de la sociedad o el estado de garantizar que otros lo protejan?»

Está fue la pregunta que un juzgado tuvo que desentrañar ante un caso de demanda.
¿A qué crees que podrían estarse refiriendo esta pregunta? ¿Qué clase de mal sugiere el interrogador que anda rondando por ahí y al que la sociedad necesita atacar para que tú y yo estemos a salvo?

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¿La guerra nuclear o las armas químicas? Estoy de acuerdo. Una sociedad debe asumir la responsabilidad de protegernos a todos de un holocausto nuclear o de armas químicas que pueden ser manejadas por psicópatas que se convierten en gobernantes.
¿Acaso la pregunta inicial tiene que ver con asesinos o bandas delictivas? Otra buena suposición. Los gobiernos deben asumir su responsabilidad en garantizar la seguridad de sus habitantes y ejercer la justicia de los que comenten delitos contra los inocentes, librándonos de los Hannibal Lecter del mundo.

¿Y que si se trata de un brote de la gripe aviar, o la H1N1, o alguna otra enfermedad mortal? Esto es algo que, aunque podemos tomar medidas individuales, estas no alcanzan, ya que a menos que los organismos de salud tomen medidas para proteger a los ciudadanos no será efectivo lo que se puede hacer.”

Entonces, ¿a cuál de estos peligros mortales se refería la cita del inicio cuando preguntó en qué momento debe intervenir la sociedad y asegurarse de que tú estés bien? ¿Contra quien era la demanda?

El autor de un delito tan peligroso que para protegerse del mismo pudiera requerirse el poder colectivo de toda nuestra sociedad es: Una hamburguesa de una marca muy conocida de comida rápida.
Considéralo. Fue necesario que un tribunal descifrara la respuesta a esa pregunta. ¿Por qué? Porque dos jóvenes tenían sobrepeso y aseveraban que esta “Hamburguesa” era responsable de sus hábitos alimenticios. El abogado de las demandantes argumentó que la comida de este restaurante era «adictiva física o psicológicamente». Desde esa perspectiva, las pobres muchachas no tenían posibilidades. Una vez que pasaban frente al lugar, dos arcos dorados gigantescos extendían las manos, las agarraban, las hacían entrar y las obligaban a comer.
Pero prevalecieron el sentido común y el orden creado, como argumentaremos. Parte de la opinión del juez sostenía que «si los consumidores saben (o debieran saber lógicamente) las posibles consecuencias dañinas para la salud de comer en allí, no pueden culpar a estas “hamburguesas” si de todas maneras escogen saciar su apetito con un exceso de productos de tamaño extra grande de esta empresa.

Cuando llegamos como seres humanos al punto de encontrar en cualquier cosa o persona un culpable.

“¿Fue el humanismo que dijo que la humanidad es básicamente buena y que es nuestro medioambiente malo lo que hace que cometamos errores? No hay duda que las influencias externas nos impulsan e invitan, pero a la larga ¿Quién toma la decisión de aceptar?.

¿Fue la crianza permisiva que enseñó a toda una generación que no tiene responsabilidad por nada, que nada malo que pase jamás será culpa mía?¿Fueron los psicólogos quienes dijeron que disciplinar a un niño podría herir su autoestima? ¿O fue todas esa comida chatarra que nos comimos que nos hizo pensar de esta manera?

Aún cuando todos estos agentes tienen influencia, el abandonar nuestra responsabilidad personal y buscar a quien culpar es un hábito que heredamos de nuestros primer abuelo Adán y que muestra de manera evidente nuestra naturaleza caída.

De seguro has escuchado el relato Bíblico del principio, cuando Dios le preguntó a Adán el equivalente de “¿Por qué te comiste la hamburguesa?” El fruto prohibido en el caso de Adan.

Él respondió: La mujer que tú me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí. (Génesis 3:12 NVI)

En otras palabras “yo no te pedí una mujer, yo ni siquiera sabía lo que era una mujer ok. Éramos solo tú y yo y los animales, me sentía un poco solitario, pero yo estaba bien y luego tú me dormiste y no me pediste permiso y me sacaste una costilla, e hiciste a esta mujer y mira el desastre y el caos que ella ha creado. Dios, esto no es mi culpa, esto es Tú culpa y Su culpa.”

¿No le parece que eso explica todo el conflicto en tu matrimonio? ¿No les parece asombroso que eso esté en el libro de Génesis, un libro tan antiguo, el cual muchos consideran un mito es sorprendente, pero Jesús lo tomó tan en serio.

Lo único que Adán necesitaba era un abogado y podía haber demandado a Dios, a Eva y a la serpiente. O mucho más creativamente hacer un juicio mancomunado junto a Eva y demandar al Creador.

Cuando tienes éxito en encontrar un culpable

Ahora bien, sin dudas tenemos motivos para no asumir la responsabilidad por nuestra propia conducta y nuestras vidas. Adán y Eva lo hicieron en parte porque estaban avergonzados y tenían miedo. Esos también son motivos importantes para nosotros. Nadie dijo nunca que culpamos sin un buen motivo.

Los factores externos sí influyen en nuestra conducta. Hasta la Biblia lo afirma. Pero el hecho de que haya motivos que nos impulsen a hacer las cosas y el asunto de si somos responsables de lo que hacemos con eso, son dos asuntos muy diferentes.

Cuando tenemos éxito al culpar a alguien por nuestros problemas, aún no estamos más cerca de una solución para ellos. Alguien que fue atropellado puede saber quién lo hizo y culparlo, es más no está de más si hay lugar demandar la enmienda del daño, pero el único responsable de la rehabilitación y de cumplir el tratamiento es quien recibió el daño.

Aceptar nuestra responsabilidad personal es poderoso

Quienes abrazan la realidad tal cual es, se apropian de su situación y asume la responsabilidad de esta se vuelven creativos y logran lo mejor. Seguir culpando a otros por aquello que no logramos es quedarnos estancados y no aprovechar esa creatividad y potencialidad que Dios depositó en nosotros.

Aprender la diferencia entre lo que nos sucede y lo que hacemos con eso es vital para avanzar. Nadie puede controlar tu vida si tú no se lo permites. Eres “dueño” de tu vida y no otra persona, y el dueño es quien tiene los derechos.

Puedes amargarte por pensar que Dios no estuvo en lomomentos más difíciles de tu vida o puedes comprender que la sanidad emocional o la construcción de nuestra vidas no es instantánea, ni ocurre inmediatamente que oras.Nunca vas a alcanzar el potencial que Dios te dio mientras no te hagas cargo de tu vida. Esfuérzate y Hazlo

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