Llueve… pero escampa
La historia de la humanidad es la historia de las emigraciones. El ser humano siempre ha ido de un lugar a otro. Si diéramos por válido que el hombre, y no me refiero a Adán, apareció en el África, entonces el resto de los seres humanos somos descendiente de emigrantes.
La tradición judeocristiana habla, en los primeros libros del Pentateuco, de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso Terrenal, lo que podría considerarse como el primer exilio, y también hace referencia a la Huida de Egipto del pueblo judío en el Éxodo que, dirigida por Moisés, emigró en busca de la Tierra Prometida.
Por su parte, la religión musulmana comienza con la Hégira o huida de Mahoma el año 622 de la Era Cristiana, por lo que todo éxodo similar se le aplica ese término por extensión.
Muchos fenómenos históricos están estrechamente ligados con la emigración: las guerras, como la civil española y la Segunda Guerra Mundial, dieron origen a grandes emigraciones de europeos hacia los países americanos; las mejoras económicas y sociales hacen que los africanos partan a Europa y la inseguridad que los venezolanos se vayan a donde los reciban.
Diáspora sin tradición
Los venezolanos no tenemos tradición de emigrantes, pero hoy conseguimos a muchos compatriotas que están tras la búsqueda de un pariente lejano dentro del árbol genealógico para huir del país. No importa si es un país europeo, los Estados Unidos, Canadá, Australia, Panamá o Costa Rica.
Si el proceso de emigración de venezolanos fuese solo como una consecuencia de la dinámica de transformación económica, social, política y cultural del siglo XXI no importaría, pero cuando está asociado a un proceso de “sálvese quien pueda” en resguardo de la integridad física, la libertad o la seguridad económica es preocupante.
Pero se hace necesario diferenciar la emigración del exilio. En el segundo hablamos de la salida del país por razones políticas, por adversar a un régimen o sistema político, en el que los adversarios políticos son perseguidos por la vía judicial, militar o de la propaganda gubernamental, mientras que la emigración se entiende como un movimiento voluntario asociado a la búsqueda de mejores condiciones de vida, por razones económicas, culturales, sociales o personales.
Llámese “La verdad de las actividades comunistas en Venezuela” o “El libro rojo” de López Contreras, las listas Tascón y Maisanta de Hugo Chávez o la divulgación de los opositores viajeros y los afiches de la “Trilogía del mal” de Maduro, todos buscaban y lograron el mismo fin: el terrorismo político y consecuentemente la expatriación.
No importa cuál sea la causa, los venezolanos están dispuestos a abandonar el país que los vio nacer. Y no es para menos, al año el hampa se despacha al 1% de la población, es decir, a 30 mil venezolanos y quienes gobiernan implementan planes de seguridad que, por los resultados, debieran llamarse Patria Insegura.
Delincuencia desatada
No es solo que una artista venga de vacaciones y no vuelva a salir porque unas escorias sociales decidieron que no debía seguir existiendo, el problema es que día a día mueren venezolanos de distintas partes del país y terminan siendo solo cifras que este gobierno maquilla.
En estos últimos años he visto partir a dos hermanas. Sus hijos no son de esta tierra, asimilan otras culturas y nacionalidades. He visto como mis estudiantes buscan recomendaciones huyendo de un país que les es extraño. He visto a mis compañeros de trabajo, los jóvenes buscando donde ir y los viejos a donde mandar a sus hijos. He visto partir a mis hijos mayores buscando seguridad, hoy que debiera estar celebrando su cumpleaños, celebro porque no esté en este inseguro país.
Presenciar el éxodo de un hijo en busca mejores posibilidades fuera de su patria es doloroso. Oír a un hijo decir que ama a su país, pero que no regresaría jamás es aun más doloroso.
Lamentablemente para Monica Spear y su familia o para los Pedro Pérez y los Juan Bimba que mueren a diario, no hay manera de cambiar el rumbo de las cosas, porque como dice el refranero popular después de ojo sacado no vale Santa Lucía.
Al resto de los venezolanos nos queda exigirle al gobierno que reconozca su incapacidad con su Plan Patria Segura, como también lo fue su predecesor, mentor y guía eterna con los 19 planes anteriores, y que actúe para recoger los monstruos que creó en estos 15 años, es decir, que gobierne porque sin seguridad tampoco tenemos patria.
Llueve… pero escampa
@yilales