Lizmary Álvarez cumplía sus últimas semanas de gestación de su tercer embarazo, cuando el 23 de diciembre fue recluida en el Hospital tipo II de La Carucieña para controlar sus contracciones y posibles complicaciones.
Allí se mantuvo por 10 días, hasta que fue trasladada al Hospital Central Antonio María Pineda, el pasado miércoles, en horas de la mañana, luego de haber cumplido sus 36 semanas de embarazo y con las indicaciones de una cesárea de urgencia.
Los fuertes dolores y la advertencia de una intervención de emergencia hacían que Álvarez pidiera asistencia inmediata. Después de 12 horas, a las 9:30 p.m., no había logrado dicha atención, y el cese de movimiento por parte de su criatura aumentaron la preocupación. «Ella gritó que no sentía a su hijo y que la ayudarán», digo Maritza Flores, madre de Álvarez, «y entonces logró que dos enfermeras la atendieran y le hicieran el palpo». Según la denunciante, después de una primera revisión, las licenciadas en enfermería, advirtieron al médico de guardia que el niño ya no se movía, lo que supuso el ingreso inmediato de la afectada a la sala operatoria.
-Me llamaron a las 12:10 a.m. del jueves para indicarme que el bebé estaba muerto y que habían hecho todo lo posible- dijo Flores, quien señaló que el deceso se produjo por la negligencia del médico de guardia de esa noche quien no escuchó las advertencia de quien le dejó encargado la salud de las parturientas.
«Ella (médico) me llamó para decirme que habían hecho lo posible, pero la verdad es que no, mataron a mi nieto», acusó la doliente. Indicó que el bebé murió dentro de la placenta de su madre, donde defecó y se infectó, poniendo en riesgo la salud de quien lo gestaba. Después de la extracción del infante fallecido, la madre quedó fuera de peligro y dada de alta ayer en horas de la tarde.
Flores expresó que hará todo lo posible para que se administre justicia en este caso, «cómo es posible que, quien venga a parir aquí, corra el riesgo de morir por no ser atendido», cuestionó.