En una reunión de análisis previa al 8D, mi amigo y compañero Carlos Blanco Garnica, dijo que le preocupaba mucho más el 15 de enero de 2014, que el 9 de diciembre del 2013.
Carlos hacía esta interesante reflexión argumentando que la Unidad crecería en número de Alcaldías y sacaría un significativo número de votos en cualquier caso, obteniendo importantes logros (lo cual efectivamente ocurrió), pero que la gravedad de la crisis que se estaba incubando en Venezuela, sería realmente entendida por la población a mediados de enero de este año, que es cuando, en palabras de una ocurrente tuitera, “comienza el ratón después de la hora loca”.
En efecto, pasado el efecto aguinaldo-dakazo de noviembre, prolongado por el efecto hallaca-pan de jamón de diciembre, el país comienza a desengañarse de una ilusión de bienestar creada desde el Gobierno con el doble propósito de mejorar su votación de cara al 8D, y posponer un posible estallido social que para prinicipios de noviembre era asumido por la mayoría de la población como un hecho inminente.
Es así como se sube el telón del 2014 con las luces encendidas sobre el escenario y lo primero que salta a la vista es el espantoso balance de 2013. El año pasado cerró con la inflación más alta del continente y la segunda del mundo, debiéndose resaltar que la cifra de 56,4% fue descaradamente maquillada por el BCV, anunciándola antes de que terminara el año, lo cual constituye una burla. Exhibimos además un índice de escasez promedio mensual de 20%, una devaluación oficial de la moneda de 46% y una oficiosa de casi 300% (Sicad), para no hablar del dólar paralelo, un aumento de la deuda pública que sobrepasa los $200 mil millones y una caída sostenida de la inversión privada, todo lo cual ocurre, paradójicamente, con el petróleo a $100/b.
Pero a este horrible panorama económico, se suma el no menos dramático cuadro social. Sólo para citar dos aspectos de esta área, el país sufrió 871 apagones durante 2013 (casi 40% más que el año anterior), y por otro lado, tocando el tema que tiene sacudida la opinión pública en este momento, pasamos a ser el segundo país más violento del mundo con 25 mil asesinatos registrados durante el año, lo cual eleva nuestra tasa de homicidios a 79 por cada cien mil habitantes, sólo por debajo de Honduras.
Dicho esto, señalamos con total responsabilidad que esta crisis fue creada y alimentada desde el Gobierno en los últimos años. Ha sido este régimen el que, en lo económico, ha expropiado más de 1.200 empresas, confiscado más de 4 millones de hectáreas, llevado al cierre o quiebra a más de 300 mil empresas y 8.000 industrias, creado todo tipo de controles asfixiantes y prácticamente acabado con el derecho de propiedad, mientras que, en lo social, entre otras cosas, es quien ha armado a grupos violentos, fomentado la impunidad y desarrollado un clima de conflicto y odio social que potencian la inseguridad, así como destruido los servicios públicos, arruinado el sistema de salud y acabado con la infraestructura nacional.
El país comienza un año potencialmente explosivo. Muchos comercios no abrirán por falta de inventarios y no hay harina para hacer pan.
Parafraseando al popular narrador deportivo “Beto” Perdomo, diríamos que “esto pinta feo para el 2014, muy feo”. Nunca antes en nuestra historia se habían combinado tal número de calamidades y tal número de mediocres e irresponsables gobernando, y además comunistas.
En estas circunstancias la Unidad es un valor más relevante que nunca. Ella requiere renovación en muchos sentidos y en esa dirección debe avanzarse sin complejos, pero su esencia y cometido siguen siendo vitales. De igual forma, el ciudadano debe entender que la sola crítica es válida, pero no aporta mucho a la causa democrática. Estamos en una hora en que todos debemos asumir responsabilidades y sacrificios en la lucha. El país necesita como nunca nuestro concurso y compromiso.
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@CiprianoHeredia