La muy popular Michelle Obama, que cumple 50 años el viernes, se muestra cada vez más segura como Primera dama de Estados Unidos, siempre dentro de los límites estrictos de un rol tan expuesto como carente de poder.
Michelle, que alcanza esta nueva etapa de su vida tres días antes del comienzo del sexto año de mandato de su marido Barack, «asumió su papel con prudencia al principio, pero cada año parece sentirse más a gusto», destaca Robert Watson, profesor de la Universidad Lynn de Boca Raton, en Florida, y autor de varios libros sobre las «First Ladies».
La ex Michelle Robinson, esposa de Obama desde hace 21 años y madre de hijas de 12 y 15 años, es -como su marido- la primera titular negra en su cargo, que de hecho no existe: la Constitución no prevé un papel para el cónyuge del presidente, incluso si las primeras damas por tradición disponen de una oficina y un pequeño equipo de colaboradores, y se les confía un mínimo de tareas de representación.
Más allá de eso, «todos los que llegan a ese cargo se enfrentan a la dificultad de definirlo de una manera que se adapte a su personalidad», destaca Ruth Mandel, especialista sobre las mujeres en política de la Universidad Rutgers. «Ante todo, tiene que ser una ventaja y no una desventaja» para el presidente, precisó.
Para Michelle Obama se trata en principio de un plan acotado para una brillante abogada, egresada con méritos de las universidades de Princeton y Harvard tras una infancia en el seno de una familia modesta de Chicago.
Cuando su marido fue elegido legislador local, y luego nacional en los años 2000, «era ella la que tenía por lejos el mejor salario», recordó a la AFP Liza Mundy, su biógrafa, autora de «Michelle Obama, First Lady». Vicepresidente de un hospital en Chicago, la esposa de Obama dejó su cargo en 2007, a inicios de la primera campaña presidencial de su marido.
Pero aunque Michelle brillaba con luz propia, decidió dejar su estrella a un lado a su llegada a la Casa Blanca en 2009, cuando evocó su voluntad de ser ante todo la «mamá en jefe» de sus hijas.
Con una figura musculosa, esculpida por la intensa práctica deportiva, esta mujer alta y elegante se ha convertido en un ícono de la moda. Sus opciones de vestimenta han dado mucho que hablar, al incluir tanto vestidos prêt-à-porter de gama media como espectaculares vestidos de noche para grandes ocasiones, sin desdeñar a jóvenes diseñadores estadounidenses.
Activismo al servicio de su marido
Poco a poco, Michelle comenzó a abrazar causas de su interés, como la lucha contra la obesidad infantil y el apoyo a las familias de militares.
Dos temas, que según Watson, «se inscriben en las prioridades de su marido», la reforma de la salud y el fin de la presencia militar estadounidense en Irak, pero que también son «muy prudentes».
La señora Obama, con una popularidad de alrededor del 65%, 20 puntos más que su marido, protagonizó una activa campaña por él en 2012 y pronunció entonces un discurso unánimemente saludado por la convención demócrata.
Pero su activismo político permanece exclusivamente al servicio del presidente: si tiene opiniones políticas, las guarda para ella, y no es fácil encontrar alguna aspereza en las raras entrevistas que concede usualmente a la prensa dedicada a las celebridades.
Michelle, que festejará su medio siglo rodeada de amigos y familiares este fin de semana en una fiesta en la Casa Blanca, afirmó a la revista «People» que presta especial atención a su salud, y que si bien no prevé someterse a ninguna cirugía estética ha aprendido a «nunca decir nunca».
Para Mundy, su prudencia formal podría ser uno de los principales reproches a hacerle a Michelle: «No tengo la impresión de que haya revolucionado el papel de Primera dama». Por ejemplo, «no habla sobre las desigualdades raciales», agregó la biógrafa.
A su vez, Watson estima que la señora Obama ya encarna «un símbolo de la destrucción de barreras raciales», capaz -gracias a su carisma- de generar admiración de las «amas de casa blancas que no tienen ni amigas ni vecinas negras». Eso es lo que permanecerá de ella en la historia, auguró.