En esta oportunidad la dramaturga y escritora barquisimetana Gennys Pérez, no escribió una obra de teatro o la historia de una nueva telenovela, sino su pluma se inclinó hacia la situación actual de EL IMPULSO; por eso su talento no se hizo esperar y regaló unas palabras:
«Don Federico Carmona, ‘El Quijote de Carora’, periodista visionario quien supo distinguir lo que era noticia de acontecimiento” en la Carora de 1904, jamás se imaginó que su mejor esfuerzo llamado EL IMPULSO, que ya alcanza más de 100 años de ininterrumpida labor, se quedara un día sin papel, y no estamos hablando del papel toalé que tampoco se consigue. ¿Quién se lo podría imaginar? Porque si bien es cierto, que el papel toalé es una necesidad de primer orden, el papel que utilizan las rotativas para que cada venezolano pueda leer la noticia diaria, lo es mil veces más”.
El papel de las rotativas llega a la conciencia, al corazón ciudadano. Mientras un papel sólo nos sirve de paso, el otro permanece en nuestra memoria colectiva, es el papiro de nuestra historia más íntima, más personal como país. “Así que, sospecho que los descendientes de Don Federico quienes llevan su sangre de prócer, sangre laboriosa y leal a los compromisos y los retos, deben estar con una vergüenza feroz, sin poder explicarle a su visionario fundador por qué un periódico de la trayectoria de EL IMPULSO no tiene, y al parecer, no tendrá papel para imprimir más noticias”.
¿Qué diría Don Federico? Seguramente pensaría que es un chiste. Recordaría aquel día a finales del siglo XIX cuando imprimió su primera hoja y la hizo llegar a todos los rincones de Carora haciéndoles entender la importancia de tener un periódico que los vinculara con la realidad, sí estoy segura que si Don Federico Carmona estuviera vivo recordaría ese día y también estoy segura de que no se pondría a llorar y mucho menos se resignaría. Claro, Venezuela es otra, muy distinta a la de Don Federico Carmona.
Este tipo de situaciones para hombres tan progresista como él, sencillamente son impensables. Pero, en esta Venezuela extraña donde lo impensable sucede a cada rato, las sorpresas negativas son el plato fuerte de la línea de producción del caos.
Una amiga periodista me dice, “Me voy a la procesión de la Divina Pastora a pedirle que llegue el papel…”. Así estamos, no quiero imaginar la cara de la Divina Pastora con este pedido tan extraño, porque la Virgencita que ya ocupa el tercer lugar de las vírgenes más amadas en Latinoamérica, ha realizado todo tipo de milagros, pero uno así jamás.
El desorden y la corrupción son tan caóticos que dudo que se arregle por una intervención divina o sagrada. La angustia que viven los trabajadores y los dueños de EL IMPULSO no es nueva para el venezolano, ya se nos hizo familiar, es la misma angustia de RCTV, de la industria del cemento, de la industria del hierro, la angustia de PDVSA, Helados EFE, sólo por nombrar algunas de las empresas públicas y privadas que han sido víctimas de las “apropiaciones o adquisiciones forzosas”, la rutina de bajar la santamaría por la razón que sea, por decreto, por expropiación, por polarización política, por cese de concesión o la nueva modalidad por falta de insumos, ya no es noticia, es sólo eso, rutina.
Cualquier razón es buena para destruir lo que fue esfuerzo de otros. Y por supuesto, la rutina duele. Ahora bien, EL IMPULSO nos duele doble, y este dolor se transforma en rabia, una rabia fiera, porque no hay que ser muy inteligentes para darnos cuenta de que le están amputando las manos y el cerebro a Venezuela, la quieren mocha, muda y si se puede sorda.
No voy a imaginarme el día en que en mis manos no pueda leer la noticia, el día en que vaya al kiosco y quiera comprar EL IMPULSO.