A Mónica Spear la mataron varias veces. Luego de su trágico final donde murió de angustia por su hija antes de ser alcanzada por las balas, tuvo que soportar su memoria el sainete de varios de sus colegas en los medios oficiales protegiendo la imagen de su patrono Maduro en desmedro de la solidaridad humanamente debida. Cómo entender que la misma mayoría oficialista en la Asamblea Nacional que ha investigado casos como la disminución de las ofertas laborales de Winston Vallenilla o el impasse en el Automercado Plazas de Caracas donde le gritaron algunas cosas a Roque Valero, ahora haya volteado la mirada a otra parte ante este espeluznante crimen que recorrió el mundo. Claro, es más fácil interpelar a Guillermo Dávila que al Ministro de Interior y Justicia.
Pero detrás de este suceso subyace un tema de fondo que bien vale la pena tocar. Mónica y su pareja no fueron los primeros ni serán los últimos en correr esa suerte en las carreteras del país hoy abandonadas, destruidas, oscuras e inseguras. Cualquiera que tenga más de treinta años se acordará cómo eran las carreteras antes de Chávez. El proceso de descentralización había generado una dinámica de sana competencia entre los gobernadores que mantenían la vialidad de su región de la mejor manera. Bastaba ir a Caracas desde Barquisimeto para observar iluminación, ojos de gato, grúas, patrullas y módulos viales en estados como Yaracuy, Carabobo y Miranda. ¿Por qué se acabó todo esto?
Dos razones fundamentales explican el retroceso en materia de vialidad y movilidad nacional. La primera responde a la reversión de las competencias que en esa materia hizo el Gobierno de Chávez para arrebatarle a las gobernaciones esa potestad y centralizar el tema. Y luego lo más patético fue la nefasta medida populista de eliminar los peajes en todo el país. La suma de estos dos hechos dieron como resultado la muerte de Spear y de tantos otros venezolanos. Poco a poco las carreteras se fueron quedando a oscuras, llenándose de huecos y quedando a merced del hampa más atroz con fenómenos de nueva data como el método de los “miguelitos” para explotar los neumáticos de un vehículo.
Y es que así es el socialismo inspirado en el comunismo. Le dicen a la gente que todo es gratis y luego no tienen como mantener los servicios públicos. Pero mucho más barato es pagar un peaje que un caucho, un tren delantero o todo un carro nuevo. Al final lo único que termina siendo gratis es la vida, como sucede ahora. Por cierto, Lo de la centralización de las competencias en materia de vialidad se dio justo cuando Diosdado Cabello era el ministro de infraestructura, quien aprovechó esa oportunidad con contratos milmillonarios. Igualmente lo de los la eliminación de los peajes se dio luego de que el mismo Diosdado, siendo gobernador de Miranda, mandara a cerrar el peaje de “Tazón” durante una semana santa. O sea, si alguien es responsable de esta trágica realidad que hoy aqueja a todo el país es el presidente de la Asamblea Nacional.
El modelo centralizador y rentista se agotó a pesar de seguir contando con un precio del barril de petróleo por encima de los cien dólares. El estado actual de la vialidad y sus lamentables consecuencias, son quizá la mejor imagen para retratar el fracaso de este régimen que comienza ya su cuarto quinquenio seguido. Solo con la descentralización se puede recuperar el país. Eso sería lo más democrático, participativo y constitucional, pero además es necesario. Se deben reactivar cuanto antes los peajes y devolverle las competencias a las gobernaciones en materia de vialidad. De otra forma seguiría el hampa cobrando peajes por cuenta propia. ¿Será que Roque Valero se atreve a sugerirle esto a Maduro?
Caso cerrado, el dictamen final lo tiene usted.
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