En siete kilómetros y medio de recorrido sobraron los testimonios de grandeza. Los cuidados maternales de la Divina Pastora han salvado a cientos de miles de almas que anualmente, van a su encuentro por las calles de Barquisimeto.
Ayer, los feligreses demostraron su lealtad a la Madre de Dios. Hicieron sacrificios tras la imagen y el andar de María en la advocación de la Divina Pastora.
Ella iluminaba los rostros de sus hijos. Llenaba los corazones de pasión y reafirmaba los milagros concedidos.
Gracias a la Virgen, enfermos han sido rescatados, los vientres estériles se convirtieron en fuentes de vida y los rezos fueron respondidos con amor.
Niños, jóvenes y adultos lucieron trajes de pastores y pastorcitas señal de gloria y veneración a la Virgen eternamente noble.
Los fieles se ataviaron con mantos confeccionados en sus hogares por seres queridos. Fueron revestidos de pureza.
Las niñas Leonela y María Rodríguez son fieles al voto que hiciera su mamá cuando solicitaba la pensión.
La pequeña Josua Riera asistió por cuarta vez a la procesión. Cuando fue diagnosticada de una enfermedad en los ojos, ella pidió a la Virgen sanación y desde entonces la venera entre rezos y cantos. Josua le enseñó a los feligreses que para el creyente todo es posible.
Tomados de las manos y con sus rostros iluminados, los fieles a la promesa elevaron plegarias al cielo por la paz. Los corazones se rindieron ante la Divina Pastora, siempre atenta a los ruegos de su pueblo.