El 14 de enero amanece más temprano en Santa Rosa. Rostros devotos, rostros esperanzados con el milagro de su presencia sanadora. A las cinco de la mañana, los deportistas en devoción perfecta partieron del Obelisco para hacer camino impulsados por la fe. De manera espontánea se les unieron ciclistas y hasta jóvenes en patineta.
Cuando el día amaneció, ya la avenida Lara y las cercanías del Santuario era un solo desfile de peregrinos.
El grupo Los Amigos de El Tocuyo recibió el día a las puertas de la casa de la Madre. Otros vinieron de lejos: miembros de la Sociedad de Servidores de María de Maracaibo y Cabimas acudieron a compartir con el grupo de doce celadores, entregados a la tarea de cuidar a la Divina Pastora. Otilio Mendoza, coordinador de los celadores, comentó que este año estrenaron vestuario de gala por iniciativa del padre Rafael Chávez: el blanco de la pureza se impuso en los trajes impecables de quienes se encargan de hacer guardias en cada templo que visita la Virgen, además de coordinar a quienes de manera alternativa cargan a la Madre.
El Ministerio de Música del Santuario le ofrendó su talento y cuando a las nueve y veinte de la mañana salió de su casa para emprender viaje, lluvia de flores se derramó sobre su trono. Algarabía de cantos y aplausos le dio la bienvenida. La Divina Pastora estaba bellísima con su traje sobrio y digno. El trono era un jardín: 300 gladiolas, 200 calas y más de 600 flores de diferentes tipos, coronaron el trono, promesa de un grupo de jóvenes de Santa Cruz de Aragua. La Virgen lució bastón de oro, el mismo de su coronación durante la visita de los 100 años, porque hacía juego perfecto con el vestido. Rosario de oro, de la procesión 150, bendecido por el papa Benedicto XVI completaron la estampa de la Madre que saludó a sus hijos, protegida por los miembros de la Cofradía, también vestidos de blanco impecable para resguardar con amorosa entrega a la Virgen que ruega por nosotros.