Requisitos para el diálogo nacional

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Puede parecer extraño hablar de «diálogo» y a la vez de «requisitos» para tal acción dado que, para quienes aspiramos a la paz entre los venezolanos, lo ideal es «dialogar sin condiciones». Sin embargo, la realidad política de Venezuela, atravesada por tantos rencores y víctimas cruzadas, hace notable cierta resistencia a dar muestras unilaterales de distensión sin sufrir, por parte de los respectivos correligionarios, acusaciones de traición.
Es por ello que apelar a ciertos «requisitos» para el diálogo nacional, tan necesario para mantener la gobernabilidad democrática frente a los dilemas y retos económicos que caracterizarán al 2014, no debe leerse como un acto de arrogancia sino, contrariamente, como un ejercicio de racionalidad y sentido de responsabilidad para con el conjunto de la nación.
En primer lugar, ¿cuál debe ser el objetivo de un diálogo nacional? No debemos pretender que la consecuencia inmediata será la renuncia de Maduro o la expulsión de Capriles de Venezuela. El objetivo debería ser el plantear un acuerdo político que enfatice tres aspectos clave para la democracia del futuro:
1) Garantías electorales básicas sobre la imparcialidad del CNE y la regulación efectiva contra el uso de los bienes y recursos públicos para fines electorales, consecuencia de ello, 2) El reconocimiento absoluto de los resultados electorales, sea cual fuere el resultado, y 3) La definición de una agenda de política económica mínima común compuesta de medidas de corto, mediano y largo alcance que apunte a la diversificación industrial de Venezuela. El fin de ese camino nos llevaría a un pacto de gobernabilidad que la gran mayoría de los venezolanos agradecerá luego de estos traumáticos años de militarismo autocrático.
El diálogo nacional no necesariamente debería iniciar con una reunión pública entre Maduro y Capriles, en todo caso, tal eventualidad debe ocurrir en un punto cumbre de las negociaciones. Sugeriría comenzar entre equipos técnicos y jefes de fracciones parlamentarias, tanto de la MUD como de la coalición oficialista, con una vocería conjunta que luego de cada encuentro (sugiero muchos) pueda ofrecer a la ciudadanía, de forma equilibrada, los resultados y avances de las conversaciones.
Un requisito clave de este diálogo seria reafirmar el carácter civilista de estos encuentros. La Fuerza Armada Nacional, a razón de preservar los principios de obediencia y subordinación al poder civil, no debe participar en estos diálogos como parte interesada. Contrariamente, la participación de representantes empresariales, sindicales y religiosos podría ser notablemente positiva para avalar los acuerdos alcanzados.
Obviamente, llegar a el idílico contexto referido con anterioridad implica tomar nota de algunas medidas necesarias para hacer la mesa al dialogo nacional, entre ellas: la liberación de los presos políticos, el retorno seguro de exiliados, la supresión de los «protectorados» en aquellas regiones o localidades donde gobierna la MUD y el cese de la censura en medios de comunicación.
Ya se han hecho declaraciones desde el gobierno y la MUD con el fin de empujar la carreta hacia una reconciliación nacional, ahora es esperable pasar de las palabras a la acción.

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