Debido al carisma y al talento de Dudamel fue un boom nacional. El hizo aflorar en toda la población un estado emotivo que se apoderó del alma, de los sentimientos de la Gente. Fue verdaderamente un fenómeno y no sabemos, además del carisma, a cuál o cuáles otros elementos atribuirlo: si a la dinámica que imprimió a todos los integrantes de la orquesta que rompieron con la ortodoxia del rigor de la vestidura; con la sobriedad de su comportamiento gestual tan acartonado. Que incorporó el desenfado e hizo popular el alegre y movido comportamiento latino. Que llenos de colorido con el tricolor nacional dieron brillantes y movimiento al cuerpo de la orquesta; o si a todos ellos en conjunto.
Lo cierto, fue un sentimiento nacional que como estado se apoderó de todos. Gente que hasta ayer rechazó la música académica en todas las grandes ciudades de la república, ahora colmaban con sus presencias las butacas de los teatros. El sentimiento social entregaba su mejor momento como para que, si hubiese existido una buena planificación para incorporar a ese público al sentimiento positivo de gustarle la música formadora. Esto fue lo que faltó a los ductores sociales del movimiento musical venezolano para que el auditorio se ampliara; para aumentar la audiencia. Para crear motivaciones permanentes, para formar un público melómano.
Dudamel, en sus atrevidas novedades, incorporó obras maestras de las escuelas musicales de América. Además de Chaykovsky, Mozart. Beethoven, Rasmaninof, en sus conciertos sonó la música de Ginastera, Revueltas, Esteves, Chávez, Villalobos… Valiosos representantes de la expresión musical nacionalista de América.
La batuta del juvenil maestro, novedosa en todo los sentidos, dado que rompió con las rigideces tradicionales del comportamiento tanto suyo como de los ejecutantes. Insufló ese ánimo vivificante tan necesario para la renovación de las presentaciones. En síntesis, creó un divertido juego de animación tanto para la orquesta como para el público que contagiado asumía la predisposición de vivir y sentir la música.
La literatura latinoamericana había producido igualmente un boom con los escritores más representativos del momento, como: García Márquez, Carlos Fuentes, Juan Rulfo, Vargas Llosa, Cortázar.
Ese estado emotivo de la gente, sociología de la emoción, no se manejó de modo que pasara de lo temporal a lo permanente, como en todo momento ha sucedido en la creación de los públicos. La música académica, en otro momento del pasado, hubo de buscar los ambientes abiertos, creando condiciones propicias para que el público fluyera y aprendiera a sentirla y a vivirla.
Lo cierto es que si a ese público contagiado de emociones por la música se le hubiese orientado en el sentido de la educación musical, no se estuviera palpando cómo de nuevo ese pública ha vuelto a la indiferencia, a la apatía, al interés perdido que es lo más lamentable.
LECTURA – EL BOOM DUDAMEL
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