Los ladridos y el meneo del cuerpo pueden tener muchos significados cuando un perro está tratando de decirle algo a su amo. Pero también hay pistas en los ojos, la nariz o la forma en que el animal inclina la cabeza. ¿Entendemos los humanos lo que los perros tratan de decirnos?
El doctor Gary Weitzman, presidente de la Humane Society de San Diego y ex director general de la Liga de Rescate de Animales (Animal Rescue League) de Washington, ha trabajado con decenas de miles de perros callejeros y dice que no hay duda de que los animales y las personas se comunican, pero algunos lo hacen mejor que otros.
«Los perros quieren estar con nosotros y hacer las cosas bien. El perro nunca hace nada por despecho o como revancha. Esa es una cualidad humana. Los perros solo quieren complacernos», dice Weitzman. «No hay que malinterpretar lo que los perros nos dicen».
Jerry Ericksen, de Los Angeles, tiene dos perros con diferentes necesidades y que requieren lenguajes distintos. Forest es un pit bull que fue maltratado y mal alimentado antes de que Ericksen se lo llevase. Es muy tímido y cuando Ericksen lo lleva a un parque de perros se queda pegado a él, acuclillado.
«Le hablo en un tono suave. Es muy cooperativo y se siente satisfecho», dice Ericksen.
Buster, en cambio, es un bóxer ciego de 40 kilos (90 libras). «Cuando lo llamo, tengo que gritarle y aplaudir para que sepa dónde estoy», relata Ericksen. «Si camina hacia donde no corresponde, le grito `stop’ (párate) y él cambia de dirección».
Buster y Forest llevan conviviendo seis meses, pero también se comunican.
«Cuando volvemos a casa luego de ir al parque, Forest entra primero, camina tres metros (unos 10 pies) y espera. Cuando le saco la correa a Buster, Forest se hace cargo y lo guía hacia el patio», cuenta Ericksen.
La National Geographic Society acaba de publicar el libro de Weitzman «Cómo hablar el lenguaje de los perros» (How to Speak Dog). El autor, un veterinario, espera que ayude a la gente a comprender mejor lo que el perro trata de decirle.
Cuando una persona se encuentra por primera vez con un animalito, le corresponde a ella eliminar toda hostilidad. Cuando examina a los perros, Weitzman a menudo se tira al suelo para que el animal no se sienta amenazado.
Eso sin duda funcionó con Van Leifer-Nau, de un año, de San Diego. El niño se sienta, duerme y juega en el suelo con Niko, una mezcla de Labrador y Saluki de un año, dijo la madre del muchacho, Tamara Leifer-Nau.
«Niko adora al niño, es como que Van es su cachorro. Se quieren mucho y Neiko se deja besar todo lo que quieran. Son inseparables. Se comunican a un nivel totalmente distinto», sostuvo Leifer-Nau.
«Los perros leen los labios y el lenguaje corporal. Pueden distinguir tus expresiones faciales. Algunos responden a lo que ven, otros a lo que decimos. Su capacidad natural de interpretar las expresiones faciales es muy superior a la nuestra», afirmó Weitzman.
El otro perro en la casa de Leifer-Nau es Oakley, una cruza de border collie rescatado hace 13 años. Se acerca a la puerta y habla como los perros cuando quiere salir, dijo Leifer-Nau.
Hay que asegurarse de que el perro puede escuchar cuando uno le habla, indicó Weitzman. Algunos nacen sordos o pierden el oído con el correr de los años. Cuando el perro tiene orejas largas, se dificulta más la audición.
De vez en cuando pareciera que un perro lo comprende a uno. Es como que le lee la mente al dueño. «Realmente pienso que estos animales son almas gemelas. Tuve una perra que sé que fue mi alma gemela. Nos entendíamos con una mirada», comentó.
Cambria Hankin, de Los Angeles, trata a sus chihuahuas Buddy, Stitch y riah como si fuesen sus hijos.
Buddy es testarudo. «Por ahí tienes que mirarlo fijo cuando se pone pesado», expresó Hankin. «Le digo `no me haga contar hasta tres’. Cuando llego a tres, sabe que le llegó la hora. Yo creo que me entiende».
«Son como niños. No pueden emitir palabras. Pero saben cómo forzar las cosas y ver hasta dónde pueden llegar», añadió.