Alfonso Jiménez: un hombre de corazón joven

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El intelectual Luis Beltrán Prieto Figueroa afirmaba que la juventud no está condicionada por la edad. En realidad es un estado mental.

El educador y poeta Alfonso Jiménez, discípulo de Luis Beltrán Prieto Figueroa, da testimonio de esa teoría sobre la juventud. Hoy cumple 99 años.

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El historiador Reinaldo Rojas hace una definición acertada del maestro en la obra Libro viviente con caparazón de cerne.

Lo describe como un hombre lúcido, que estudia todos los días, sueña con un mundo mejor, y sigue cultivando el humor, la tolerancia y la amistad.

“Nos ha dicho sonriente, como siempre, que su gran problema es seguir siendo joven. Pero no la juventud de la moda fugas o de lo físico, es la juventud de los sueños y de los ideales”, agrega.

Jiménez nació el 13 de enero de 1915 en una Yaritagua más rural. Luego de tener morada en Portuguesa, Carabobo y otros lugares, el destino lo trajo hasta Barquisimeto.

El número siete
Cautivado por el crepúsculo, echó raíces en esta ciudad. A petición de siete autores, levantó la Asociación de Escritores del estado Lara (Asela), donde ejerce la presidencia por séptima ocasión.

En palabras del crítico Yeo Cruz, la vida del maestro Jiménez se rige por la constante aparición del número siete. De hecho ese cábala ha estado presente en los episodios más significativos de su andar.

“Mi vida gira en torno al siete. Mi planeta regente es Júpiter, de siete letras. Mi maestra de tercer grado se llamaba Yocosta, de siete letras, y fue quien despertó en mí el deseo de ser maestro, un oficio de siete letras.

Con Asela también pasó algo, cuando siete escritores me invitaron a rescatar la institución. Y he publicado siete obras”, revela Jiménez.

Y esa cábala lo acercó a la docencia, ocupación que estuvo de acuerdo con sus aspiraciones de cambiar a la sociedad. “Pensé que a través de la escuela podría hacerlo. Yo soy de la primera promoción de maestros normalistas en Venezuela del doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa. Y soy el primer maestro graduado de mi pueblo”.

Pero Jiménez no fue docente en primera instancia. En Portuguesa y Yaracuy trabajó de pulpera durante la adolescencia.

Luego volvió a cursar educación básica, terminó el sexto grado a los 18 años y se entregó a la docencia por 40 años.

Lector de espíritu joven
Siempre habla de la juventud, ¿Qué significa para usted?
– La juventud es magnífica. La juventud es el porvenir del país. Ahí está todo. Tienen que prepararse para cumplir con la misión encomendada como jóvenes. Deben transformar el país. La revolución está en manos de la juventud.

La juventud es el cambio, es la inconformidad de un sistema, de un ambiente. Por eso se rebela, el ambiente no encaja con sus expectativas. Los jóvenes quieren cambios permanentes. Pretendemos acabar con la violencia, pero hay que cambiar la composición de los hogares.

¿Y sigue bañado de juventud?
– Yo me siento joven porque deseo siempre el cambio. El famoso doctor Luis Beltrán Prieto Figueroa decía que la juventud está en la mente. No en la piel.

Cumple 99 años y está lúcido, ¿Es genética o lectura incesante?
– Mi memoria está bien porque yo leo mucho, lo hago con un lápiz en la mano, subrayo lo que necesito consultar. Mi biblioteca tiene cerca de 6.000 volúmenes, como la de Francisco de Miranda.

Tengo más de 100 obras sobre Bolívar. Recuerdo que en sexto grado leí una compilación sobre el héroe en 10 tomos.

Ha compartido en numerosas oportunidades que el interés por la lectura fue cultivado por su madre
– Mi mamá me pagaba con cuentos si yo hacía los deberes de la casa. Me recitaba Las mil y una noches. Cuando yo estaba muy emocionado ella decía “mañana continuamos”. Entonces, le tomé amor a la literatura. Nunca fui un hombre de armas, prefería los libros.

¿Cuáles títulos le siguieron a Las mil y una noches?

– Yo aprendí a leer en tercero y me gustaban los Cuentos de Calleja, hasta hacíamos intercambios entre compañeros. Pero cuando entré a cuarto grado ya no me gustaba la escuela porque se acabó el encanto del cuento. No es lo mismo un texto serio que un cuento.

¿Sigue leyendo todos los días?

– Así es. Lo hago de 1:00 a 3:00 de la mañana. Ahora leo la Introducción al psicoanálisis de Walter Hollitscher y a veces algo de Sigmund Freud. Prefiero libros de filosofía, psicología, literatura. A veces de ciencia y biología.

¿Tiene autores predilectos?
– Creo que el poeta más grande que tenemos se llama Andrés Eloy Blanco. Es la frescura de su poesía, los giros que da, los argumentos.
Escritor sin complicaciones

¿La poesía es su consentida?
– Escribo poesía porque en pocas palabras digo muchas cosas. No puedo escribir lo que es incomprensible. Me gusta la brevedad. La poesía es mi género.
Pero se ha dedicado a otros géneros…

Cuando empecé a escribir, en la Escuela Normal de Caracas, hice un cuento titulado Las estrellas se han caído. Es trágico. Trata de un muchachito que se acercó a un pozo y quiso agarrar las estrellas, pero se ahogó. Todavía lo conservo.

¿Quisiera publicar un libro más adelante?
– Tengo un “grillito” de hacer meditaciones sobre el Antiguo Testamento. Me he dedicado a estudiarlo y ya empecé a escribir sobre 1º de Reyes, que se refiere a la comunicación del Ser Supremo con Salomón.

¿Continúa utilizando máquina de escribir?
– Sí. A mí me regalaron una computadora pero creo que son más pasos… Tantas conexiones, el ratón. Me quedo con la máquina que escribir. No me agradan las complicaciones.

Otras facetas
Que se apartara de las aulas no significó que el maestro Jiménez abandonaría la investigación sobre temas de interés general.

Diariamente ve programas de televisión, la mayoría de carácter histórico y social. Asimismo es amante de la información. Los noticieros no escapan de su rutina.

Jiménez también es melómano. ¿Su artista favorito? Beethoven. Confiesa que disfruta cada una de sus maravillosas sinfonías. Nunca se cansa de escucharlo.

De la música venezolana ama las obras del ayer. Esas que dejaron Erlindo Figueredo o Juan Vicente Torrealba.

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