Por la puerta del sol – Sursum

Ferviente elevación. Cuando nos conectamos con el espíritu surge el acuerdo entre este y el cuerpo de la necesidad que tienen los dos de elevarse sobre el cansancio de lo rutinario y pesado. Así como hay un momento en el que tenemos la necesidad de elevar a Dios nuestro corazón, esa misma necesidad la tenemos cuando decidimos liberar alma corazón y vida de las cadenas que nos oprimen. El ferviente deseo de cambiar surge, nos eleva, reconforta y llena el alma de alegrías; podemos ir más allá de nuestra atareada mente y cansancios físicos, solo así se puede llegar a la profundidad de un relax, ánimo y tranquilidad duraderos.
Siempre hay un motivo para crecer, aspirar, crear, realizar un sueño, orar, meditar, lo hay igual para planear algo diferente que  nos renueve y eleve.
Elevarse es amarse. Por muchos problemas y agobios que tengamos la mejor manera de enfrentarlos es meterse de lleno y hacer mantenimiento al amor, a la salud, al quehacer, al espíritu, a la autoexpresión. Hacer mantenimiento al campo del amor, sacarle los escombros, poner abono a la tierra seca, alumbrar los rincones abandonados; hacerle mantenimiento a la salud que dejamos para luego y somos sordos aunque lance al aire sus alarmas por doquier;abandonar por un tiempo el quehacer, disfrutar otro cielo que no sea el techo de la casa o el de la cocina, el espíritu necesita refugiarse en Dios consuelo de los consuelos, también la autoexpresión necesita mantenimiento, ser uno mismo, ampliar el campo de la autoestima, actuar sin inhibiciones, renunciar a lo que hace daño, multiplicar los momentos felices, cantar, bailar, potenciar al máximo las funciones vitales, dejar libre la espontaneidad, ser.
El cariño es el encargado de limpiar y llenar de vida esos rincones que se nos van quedando vacíos y descuidados con el tiempo. Todos los años que vivimos son inestimables. Nadie podrá darnos la aprobación ni el amor que nosotros mismos podemos darnos. Podemos volar tan alto como queramos, aunque el mundo nos haya programado para sentir miedo y cohibirnos. Solo los años nos dan la fuerza necesaria, la confianza y seguridad para vencer los impedimentos. Nunca es tarde para soñar y tener objetivos.
Somos un tesoro de experiencias. Cada paso cuenta, cada alegría, cada reto, cada decisión. No hay hombre, dogma, motivo, tiranía, ni ley que nos impida estar contentos, ser felices, pensemos, obremos libremente y nos ilusionemos hasta el final.
El cerebro no se marchita ni muere mientras lo usemos, tengamos imaginación, tengamos  planes. Nada ni nadie puede evitar que el corazón palpite ante el abrazo, brillen las arterias ante lo maravilloso y sublime, tampoco que el alma deje de conmoverse ante lo grandioso del milagro, nadie puede evitar que pensemos, sintamos, seamos y actuemos bajo nuestra libre decisión. No hay cadena que ahogue y destruya más la libertad que el de vivir sometidos a un yugo. Necesitamos poner atención a las señales que envía el corazón, la mente, el cuerpo. No hay encierro, ni esclavismo, ni rutinas que no encuentren una rendija para liberarse.
La vida es el escenario enel que actuamos diariamente. Algunospersiguen sus sueños hasta lograr sus objetivos, otros esperan lograrlos algún día, para los más pesimistas ya no hay camino para andar. El tiempo va tasando el poder de las horas sobre las crestas del mundo, igual va tasando las horas sobre la cresta de la vida del hombre. No hay mayor milagro que tener la voluntad de soltar las amarras,  echarse a la mar y vencer los fríos que atenazan el alma.
Desde lo más simple surge la esencia de lo que realmente es valioso en la vida. Una sola chispa de luz hace falta para elevarnos sobre los cansancios, las oscuridades del alma, los males del corazón, las prisiones de la vida y sus aburrimientos. No se necesita aspirar al paraíso de la Creación para ser enteramente feliz. En lo alto de esta montaña en que me encuentro alma y vida se mantienen en ferviente elevación, aquí se siente uno libre, hay silencio grato, provoca rezar, aquí sefortalece la fe en Dios y en uno mismo.
“Aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda y se calle el viento, aún contamos con el fuego del alma, la vida de los sueños” (Benedetti).
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