El asesinato de la actriz y ex Miss Venezuela Mónica Spear ha conmocionado a los venezolanos. De tantas noticias de violencia, de homicidios y lesiones, de asaltos y otros actos de creciente crueldad, la conciencia nacional parece que hubiera ido encalleciendo. De repente, el crimen de una persona conocida y querida desata protestas, reclamos exigencias perentorias.
Si ocurriera como en otras oportunidades y hablamos de este tema por unos días, hasta que aparezca otro que lo desplace de las primeras planas y las notas de abrir en noticieros de televisión y radio, de todas maneras lo ocurrido es gravísimo, sobre todo porque no es excepcional. Todos los días mueren violentamente muchos venezolanos. En 2013 el total se llevó en claro la raya de los veinte mil. Demasiado para un país de este tamaño. En lo que va de año, y escribo el 8 de enero, ya llevamos dos funcionarios policiales muertos. Pero no es que este año haya empezado muy violento, es que tan matanza de policías se ha convertido en algo normal. Las masacres en las cárceles se repiten de tanto en tanto, ya nadie se acuerda de la tragedia que presenciamos horrorizados en Uribana. La propia ministra del área ha declarado que su despacho responde por el control de solo una parte, minoritaria, de los establecimientos penales del país.
El homicidio, el secuestro, el hurto y el robo siempre han existido, pero su frecuencia nos ha convertido en uno de los países más violentos de la Tierra. En Venezuela tenemos una impunidad de 92%, un dato que por sí solo nos habla de una virtual disolución del Estado.
La capacidad de aguante de la sociedad venezolana se pone constantemente a prueba. Cedemos libertad, nos replegamos. Levantamos muros, cercas, cerramos calles. Entre los pobres, la violencia forma parte de la cotidianidad y tanto víctimas como victimarios están cerquita de la vida, y la sangre, de todos. Pero en toda la sociedad va cundiendo una como resignación que solo se interrumpe por episodios como el de la autopista Valencia-Puerto Cabello, en pleno centro de Venezuela, que sacuden la conciencia colectiva.
Llama el Ministro del Interior a no “politizar” es suceso. Irónico, cuando él y sus compañeros de gobierno politizan todo, incluso la manipulación de las estadísticas criminales para atacar a gobernadores de la Unidad. La verdad, no importa que el crimen haya ocurrido en un estado y un municipio con gobiernos rojos. Eso es lo de menos. Porque el hecho de bulto, protuberante, imposible de ignorar, es que muertes como esas ocurren en toda Venezuela a cada rato.
Tiene que haber una política de Estado contra la violencia y por la seguridad. Nacional, en su coordinación con gobernaciones y alcaldías sin distinguir su filiación política. Pero antes, nacional en su diseño. Basada en la consulta con todos los sectores. Que aproveche la experiencia nacional e internacional. Que se beneficie del conocimiento acumulado, de las investigaciones y estudios en las universidades y otros centros.
Prevención en todas sus modalidades, represión eficiente, procesamiento y tratamiento. Una política eficaz es bastante más que eso, pero no puede dejar de dar respuesta a esas realidades. Hay aspectos sociales de ineludible atención, desde luego, y económicos. Pero la policía, el Ministerio Público, los tribunales, deben ser respetados como insustituibles para la sociedad y atendidos de acuerdo a ese respeto.
La situación de la violencia ha llegado demasiado lejos. Demasiado lejos.
¿Hasta cuándo?
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