Legalización de la marihuana

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Planteamientos

En el 2013 la revista The Economist inauguró la categoría país del año y terminó otorgándosela a Uruguay, por considerarlo pionero en reformas que mejorarán a su población en particular sino que, en caso de replicarse, serían beneficiosas para todo el mundo. Tales reformas incluyeron la del matrimonio homosexual y la relativa a la producción, venta y consumo de la marihuana.

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Se trata de cambios que pueden asimilarse al proceso que vive América Latina desde más de una década atrás y que la colocan a la vanguardia de las tendencias mundiales, equiparables a las denominadas revoluciones de género, microelectrónica, política, paradigmática y ecológica, entre otras, y que marcan el cambio de época que vivimos, ya bien entrado el siglo XXI.

Las implicaciones que se advierten en torno a la legalización de la marihuana forman parte de un proceso que en las diferentes instancias académicas, científicas, gubernamentales y no gubernamentales, por su carácter múltiple, como es lógico suponer y, por el impacto que representan, no han sido debidamente procesadas. Se agregan a las transformaciones que están operándose y que para muchos son imperceptibles, presionados por una cotidianidad donde el vértigo es arrollador y las primeras reacciones conducen a asimilar una normalidad tal donde “los arboles impiden ver el bosque”. En este caso, cannabis, mafafa, hierba o material para aludir coloquialmente a otra revolución verde por venir.

El proceso de despenalización del consumo mínimo de drogas, en la mayoría de los países, como vía para sentar las bases del reconocimiento legal, viene siendo persistente, asumido por los diferentes gobiernos como una política pública para el combate al narcotráfico y todo el movimiento de corrupción que está detrás de este flagelo, cuyo avance y penetración, en todas las instancias institucionales de poder, hace pensar que se trata de una batalla que se inició hace años y se está perdiendo.

A mediados de los años setenta, el consumo y distribución ya era evidente. El mundo del espectáculo contempló, por ejemplo, como la Orquesta Broadway popularizó aquel tema: “El Material”, una de cuyas estrofas decía “Si legalizan el material, el mundo se va a acabar”. Refiere como anécdota, Eddy Zervigón, director, que fueron contratados para actuar en Venezuela. Al llegar al aeropuerto la Guardia Nacional les dijo que esa canción no la podían tocar. En la presentación, la situación fue otra. Los asistentes, frenéticos, la pedían a gritos y amenazaron con agredirlos a botellazos. Finalmente, lo hicieron con arreglo de son montuno.

La moraleja es doble: la producción, distribución y consumo es un hecho, sin que la humanidad haya llegado a su fin; pensar que eso es válido para el mundo del narcotráfico puede ser ingenuo, a sabiendas de los recursos que está red tiene para manejar el mercado negro o economía subterránea e ilícita y ajustarse, ahora, al mercado blanco, abierto y legal.

Hay quienes piensan que la legalización beneficiará a todos los países por igual a partir de una recaudación de impuestos extra, a partir de lo que está ocurriendo tanto en Uruguay, como en el estado de Colorado (EEUU), donde a partir del 1° de enero entró en vigencia una normativa similar para la comercialización y venta. No obstante, en el primer caso, se trata de un proceso con marcadas diferencias en cuanto a que “el Estado asume directamente el control y la regulación de las actividades de importación, producción, adquisición a cualquier título, almacenamiento, comercialización y distribución de la marihuana o sus derivados”; mientras que en el segundo, se deja al arbitrio de las leyes, pero principalmente, del mercado, sobre todo “con fines recreativos”, e igualmente medicinal. Además, se prevé un registro de consumidores para mayores de 18 años y farmacias autorizadas. En las ciudades estadounidenses autorizadas, tendrán acceso a la droga, los mayores de 21 años, con sólo mostrar su identificación, a través de “coffee shops”, con licencia para ello.

En Denver, los primeros reportes comerciales indican que tras largas colas los inventarios se agotan y que en el mercado negro se triplicó el precio del “material”.

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