Uno de los elementos novedosos, no por ello menos salvaje o despreciable, que incorporó el chavismo a la política venezolana es precisamente el argot militar; los conceptos de táctica y estrategia de guerra; las formaciones soldadescas en el área civil; tales como los comandos cívicos-militares; la organización política a la usanza castrense; batallones, escuadras, divisiones. En fin. 10.000 años de historia, conducta y hermenéutica militar inyectadas con brutalidad y ventajismo en el cuerpo de la vida civil, ciudadana, pacífica.
El político, según se evidencia en la historia, no persigue ni el fin ni mucho menos la destrucción o la muerte del contrario, por su parte, los verdiencachuchados sólo tienen en su mente, propósito y fines, la eliminación no del tradicional opositor, sino del considerado enemigo.
Lamentablemente esta deformidad se impone por la vía de un desequilibrio de poderes, de una institucionalidad quebradiza, esquelética y tísica. Un sistema de gobierno que apela a cada momento al estilo castrense para lidiar los asuntos civiles más sencillos. Se uniforma a la gente, bien sea con los ya tradicionales trapos rojos o bien con los colores verdes inequívocos del mundo de la guerra y no de la paz. Se persigue al opositor hasta su muerte. No existe el perdón. En todo caso, plantean armisticios, treguas y añoran la rendición incondicional de la oposición que suelen pedir a cada rato.
No me extrañaría para nada que la jueza Afiuni y al comisario Simonovis estén de alguna manera condenados a muerte, a la peor de ellas; la lenta, fría y calculada que sucede en las cárceles y en la soledad. Quizás una de las diferencias más brutales y esclarecedoras de estas diferencias es la actitud mostrada por los gobernantes civiles cuando pierden elecciones, cuando se les va el poder y las exhibidas por los amantes del estilo marcial.
Cuando Bachelet gana su segundo mandato y recibe de manos de Piñera las riendas del poder, los códigos militares de defensa y ataque, las cuentas y finanzas de seguridad, quienes entregan, tratan de mostrar a más no decir una actitud noble, respetuosa, responsable. Procuran entregar un país con cifras positivas como retando a sus sucesores a que los superen en cifras económicas, en estabilidad, en seguridad, en institucionalidad, en inversiones extranjeras, en desarrollo, en fin, en todo aquello que sirve de referencia y padrón para comparar unos gobiernos con otros. A señor, pero con los milicos no es así. Allí opera la práctica de tierra arrasada. Es tan fácil.
En primer lugar atacan económica, militar y psicológicamente al supuesto enemigo, tratando de dejarle un terreno minado, estéril, agotado, y si pudieran, incendiado. En segundo lugar es un sistema de lo más fácil, no requiere ninguna especialización sino la voluntad de destruir, de arrasar, de liquidar. Ya lo empleó Alonso El Católico contra el árabe Al-Ándalus, aunque con ello estaba destruyendo años y años de cultivos, creación de riquezas, obras de arte, palacios. Hasta los Incas en su batalla contra los españoles en Quito, emplearon la misma metodología. Para los militares, quienes no aceptan la derrota, quienes no admiten que tengan que retroceder o perder posiciones o poder, es preferible arrasar a cualquier otro resultado. Eso que en el mundo marcial podría tener visos de justificación, en el área de la civilidad es inadmisible.
Pues señores, aquí en Barquisimeto Amalia y su parranda intentaron a última hora imponer el criterio de tierra arrasada. Comprometieron el presupuesto con obras fantasmas, otorgaron contratos, pasaron a personal fijo a centenares o quizás miles de militantes, cuadros y comisarios políticos del PSUV, dañaron vehículos, cobraron prestaciones mil millonarias en forma desvergonzada e ilegal, traspasaron vehículos, borraron computadoras, destruyeron archivos. Señor del Cielo, que cosa no hicieron, estos desalmados, para que Alfredo Ramos se encuentre ante una alcaldía arrasada, muerta, infértil, seca e improductiva.
Cuanta desgracia, cuantos desgraciados. Lo mismo han venido haciendo contra la gobernación. No le aprueban los presupuestos ni los planes de obrs. Le arrancan a dentelladas rabiosas y enfermizas varios de sus bienes y competencias. Son como langostas que devoran insaciablemente toda señal de riqueza y lo que va quedando va paulatinamente siendo desaparecido por la misma actitud de tierra arrasada. No les importa para nada que quienes sufren tales desmadres y ofensas son precisamente los miembros más débiles de la sociedad. Los más humildes. Los más desamparados. Ninguno de esos crímenes será castigado, pues como dijimos la institucionalidad está perdida, por ahora, fiscales y jueces son imperfectas y deformes marionetas que los hilos del Poder Central mueven a su antojo y conveniencia.
@eduardo_semtei