Humo en tus ojos

No se trata de una canción de Agustín Lara con este título, ni de la famosa interpretación musical de los Cinco Latinos o de The Platters, es una práctica, con niebla de ausencia, que va sustituyendo el abrazo de fin de año.
Quien desde un globo aerostático hubiese observado el territorio de cualquier ciudad de Venezuela, o mejor, desde la estratosfera viera lo que ocurría en el territorio venezolano el 31 de diciembre a las doce de la noche, diría que este es un país de bonanza económica.
Después de todo lo ocurrido en el 2013, fraude,  una inflación del 56,2%, en comparación con la de Colombia que llegó al 1,94%,  del ventajismo electoral, escasez de productos, la declaración de país más corrupto del mundo, ilegitimidad del poder, crisis eléctrica, los exagerados privilegios al sector militar, el convertirnos en el tercer país de la América Latina con mayor desempleo, un mandatario que gasta 12.477.200 dólares en viajes al exterior en pocos meses de poder, con una empresa petrolera que suma 25 graves accidentes en un año,  etc., tendríamos que concluir: este es un país sin conciencia. Algo de eso existe y duele escribirlo. Una masa embrutecida que goza el hoy sin importarle el mañana y gobernantes que saben que el país se hunde, pero que han tomado sus previsiones en bancos extranjeros.
La cantidad de fuegos de artificio quemados la noche del año nuevo clamaba al cielo. Y no puede acusarse de ello a una clase alta enriquecida, ni a una clase media inconsciente, ni a unos pobres deslumbrados por las luces de colores en el cielo. Todos habían invertido para producir aquel espectáculo de dolor, en un país que no exporta, que tiene a una capital de las más peligrosas del mundo y donde el dinero del narcotráfico está penetrando aun a los sectores más puros. Y el gobierno, en nombre de una alegría ficticia, para apalear este descalabro, dice que disminuyeron este año en un 69% los accidentes por causa de la pirotecnia.
Con lo cual se oculta otra realidad y es que tenemos cuatro ciudades con altos índices de homicidios, cuyos porcentajes se dan a conocer para todos los continentes, con mengua del turismo. En efecto en Caracas, por cada 100.000 habitantes se cometen 118,89 homicidios; en Barquisimeto por cada 100.000 habitantes hay 71,74 homicidios; en Valencia por cada 100.000 habitantes se perpetúan 43,87 homicidios: y en Maracaibo por cada 100.000 habitantes hay 35,44 homicidios.
A esta muestra de humo quemado en tus ojos, se unen los aeropuertos repletos de viajeros, los cuales no van a visitar solo a los familiares por causa de la navidad, sino a raspar las tarjetas de crédito para hacerse de dólares que les permitan palear la resaca del mes de enero. La cantidad de venezolanos que salen al exterior unos días no por negocios y turismo a otros lares del mundo es cada vez mayor. Necesitan sobrevivir en un país donde por cada billete de cien bolívares, se han impreso once más, dinero inorgánico que más temprano que tarde nos traerá graves consecuencias. Venezuela no le duele a nadie. Es una huerfanita.
Y parece no importarles a estos “vacacionistas” el tiempo que deben esperar en los terminales aéreos para que despeguen sus aviones. No hay autoridad aeropuertaria que corrija la falta de seriedad de las líneas aéreas nacionales que  hacen esperar a los pasajeros hasta 36 horas para cumplirles sus traslados. La única explicación que existe al retraso de estas compañías aéreas es que sus propietarios sean altos funcionarios del régimen, porque no ocurre con estos lo sucedido a los dueños de las ventas de artefactos eléctricos, cuyos precios rebajados por causa electoral en noviembre, volvieron ya a sus índices anteriores y el gobierno se hace ahora de la vista gorda.
Este panorama es incomprensible a los ojos de cualquiera. Tanto el gobierno como la oposición practican la política del avestruz: esconden la cabeza bajo el ala, esquivando los problemas y diciéndose no ocurre nada grave. Así estamos.