Tal día como mañana -9 de enero- hace 112 años, nació en Barbastro, provincia de Aragón, Josemaría Escrivá de Balaguer, hoy santo de la Iglesia Católica, canonizado el 6 de octubre de 2002 por el beato Juan Pablo II, quien a su vez será canonizado este año por S.S. Francisco, lo mismo que el beato Juan XXIII. San Josemaría Escrivá fundó el Opus Dei el 2 de octubre de 1928; su primer sucesor al frente de la Obra, Álvaro del Portillo, también será beatificado en 2014. Hago todo este recuento para hacer notar que las generaciones que hemos vivido estos tiempos difíciles, también hemos coincidido, por gracia de Dios, con grandes santos. Entre otros señalo, además, a Pío de Pietrelcina y a Teresa de Calcuta.
Tiempos de crisis que necesitan santos y los hay. Por eso no tenemos el derecho de quejarnos sino de mirar hacia adelante. Detesto el pesimismo, las caras largas y los malos augurios. ¡No! Es el momento de la esperanza, del amor y de la acción. Tenemos una fuente preciosísima para alimentar este programa: la Carta Apostólica “Evangilii Gaudium” (La alegría del Evangelio) del Papa Francisco. Recomiendo leerla con pausa y atención, es decir, meditándola. Es un documento decisivo para nuestra nueva conversión. Porque hay que convertirse y reconvertirse todos los días.
Miro hacia atrás. He vivido durante una era muy interesante. Lo negativo: la II Guerra Mundial que es una prolongación de la primera cuyo primer centenario se cumple este año; el ascenso de esa contradicción a la democracia, la libertad y la dignidad humana que han sido el nazismo, el fascismo y el comunismo; el holocausto, donde una parte de la humanidad dejó de serlo para ensañarse contra un pueblo, una religión, una cultura; el abandono de Dios de un continente que era cristiano, como Europa, lo cual le abrió la puerta al fundamentalismo islámico, dándose la trágica contradicción de que mientras se cierran iglesias se erigen mezquitas.
Pero dejemos lo negativo y vamos hacia lo positivo: el gran avance de la ciencia. Para la Iglesia Católica ha sido una era de santos e inolvidables papas, desde León XIII, que pisa el siglo XX y planteó magistralmente la Doctrina Social de la Iglesia -sucedido por san Pío X- hasta Francisco, hispanoamericano, simpático, sorprendente con su palabra y su doctrina en favor de las clases marginadas y la vida en la alegría de la fe.
Nací durante el pontificado de Pío XI, el Papa de la Acción Católica y de la cinematografía como medio de apostolado. Murió en 1939 cuando yo vivía en San José de Costa Rica. Seguí por radio las noticias de su agonía y muerte, así como la elección de Pío XII como su sucesor. En 1954 tuve el privilegio de conocer y oír a esta gran papa tanto en Roma como en Castelgandolfo, con su bendición parecía traerse el cielo con las manos; soportó la guerra, la critica y la calumnia de antisemita, justamente propalada por los antisemitas marxistas. Lo sucedió Juan XXIII, de corto pero fructífero pontificado, convocó el Concilio Vaticano II. Vino luego Pablo VI, a quien pude ver y oír varias veces en Roma, pontífice valiente: en plena gran popularidad de la Iglesia que él mismo suscitó, sacó la encíclica “Humanae Vitae”, defensa de la vida desde el momento de su concepción, que le atraería el rechazo del mundo hedonista y materializado. Papa de 33 días fue el siguiente: Juan Pablo I, pero dejó huella con su sonrisa y las cuatro catequesis que dictó desde el balcón papal. ¡Y Juan Pablo II! El sumo pontífice que arrolló al mundo con su santidad y su simpatía, sin jamás ceder por demagogia en los puntos doctrinales indiscutibles. Lo conocí en Manaos, Brasil y luego en Caracas. Benedicto XVI es el gran teólogo de los siglos XX y XXI. Siendo cardenal y arzobispo de Munich, le oí la misa y recibí de sus manos la sagrada comunión. Soy fanática de este papa, de sus libros, de sus enseñanzas. Y estamos hoy con Francisco en la sede de San Pedro: inaugura un nombre, una nacionalidad, la pertenencia a una orden y una manera de ser y proceder completamente inédita. Llena de gran esperanza el presente y el futuro de la Iglesia.
No hay lugar sino para la alegría de ser y estar en este año que comienza. Año repleto de promesas en todos los aspectos, justamente porque, ante un panorama conflictivo, debemos enfrentar grandes retos políticos, económicos, sociales y culturales. Sin embargo, ¡luchar es vivir!
Del Guaire al Turbio – Lo vivido y lo por vivir
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