Cambia de vestimenta, pero no hacia la modernidad hacia la modernidad renacentista que es su hoy, sino para un ayer impreciso que sólo sus abuelos o bisabuelos, ¡valla usted a saber!, las lucieron con hidalguía. Imita la acción, mas no las batallas. En las batallas los contendientes son de carne y hueso. Pero en la afiebrada mentalidad creadora de un escritor de la época, enfrenta gigantes mentales con las dolidas carnes de un guerrero. En el Quijote los contendientes van desde molinos de viento, rebaños caminantes de ovejas que levantan polvaredas, odres de unos cueros repletos de vino que lo lloran por las heridas de las estocadas. Fenómenos extraños como tocar el cielo o arderse con el fuego lacerante del Sol, mientras en una única e inimitable proeza el Quijote y Sancho, para entretenimiento y burla de los condes y sus allegados, derrochando valor y desprendimiento desfloran el espacio en un caballo de madera y sin alas llamado Clavileño. Más rápido que Pegaso, en volandas, es la única experiencia viviente de dos seres humanos que se exponen a todos los peligros e inclemencias de subir a los cielos en un medio rústico, con tan sólo girarle una clavija, hacía proezas.
Y aquel paciente ingenioso que consumía su modorroso tiempo en comer, dormir y leer hasta por demás las novelas de caballerías, el Amadís de Gaula, por ejemplo, un buen día, como resultado de tanta maceración intelectual, despierta soñando ser un caballero andante. El milagro ahora estaba en él, era él, que había asumido una realidad fantástica para oponerla a la paciente y pasiva que lo consumió hasta los cincuenta años. Con su juicio puesta en ella velaba la otra realidad donde se movía y a la cual conducía a enfrentarla mediante su reorganización en la suya. Más allá de los libros de caballería, pero siguiendo al pie de la letra sus instrucciones, salvo en el caso de las camisas y del dinero que había olvidado, pero que el ventero oportunamente hubo de recordarle, todo, todo, hasta la fórmula para preparan el milagroso bálsamo de “fierabrás” guardaba vivamente en las alforjas de su activa memoria.
Había en él, como se desprende de su atenta lectura, un virtuoso ideal de humanismo y una pasión desmedida por la libertad y por hacer de la justicia en donde el plato de la balanza de los desposeídos, se alzara hasta equilibrarse con el plato de los poderes y de quienes por falsas leyes y privilegios se apropian del bien estar y de la riqueza. Animense a leerla. En ella encontramos el espejo donde en imagen el que se ve en él se burla de lo que ve.
LECTURA – COSAS DEL QUIJOTE
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