Dice un twitter de mi hermano José: “Los resultados y análisis del 8D indican que los venezolanos no tenemos un proyecto de país hacia dónde ir. Dispersión e incertidumbre”. La herencia del infortunio para un significativo sector de venezolanos treintañeros y cuarentones que no comulgamos con el proceso chavista y que percibimos un futuro sombrío bajo su hegemonía.
Y es que el chavismo, ya sea ganando o perdiendo electoralmente, tiene bajo control la institucionalidad del país, y ésta posee una lógica sesgada, dogmática y totalitaria. La “nueva legalidad” chavista no admite la cabida del adversario político ni del ciudadano disidente. Simonovis, la jueza Afiuni, el General Baduel y una cantidad ingente de venezolanos en el exilio son prueba fiel de esto que apuntamos.
El éxito político de Nelson Mandela estuvo centrado alrededor de la “fuerza de la concordia”, de tratar y entenderse con los afrikáner quienes lo habían perseguido y encarcelado. Cuando se pensó que la mayoría negra arremetería contra sus verdugos de una manera muy natural por todos los vejámenes e injusticias sufridas, Mandela sorprendió a todos y acordó con el enemigo devenido ahora en adversario político con el cuál habría que dialogar, concertar y construir una paz fundada en el reconocimiento de todos los sudafricanos. Este acto de humanidad e inteligencia política permitió relanzar un proyecto de país donde todos tendrían cabida.
En la Venezuela de hoy cada día se delinea una peligrosa circunstancia de pre-guerra civil cuando el chavismo ningunea a la oposición y descaradamente toma ventaja de su posición de fuerza. Cuando desprecia olímpicamente a la mitad de los venezolanos e irrespeta las más elementales normas de la convivencia política. Ciudadanos de primera serían aquellos identificados con el régimen, mientras que los ciudadanos de segunda seríamos todos aquellos que hemos votado en contra de Chávez y sus herederos.
La democracia en Venezuela es algo sólo nominal. Aquí lo que se nos ha instalado es una indisimulada aspiración de hegemonía total. Henrique Capriles Radonski, el líder más visible de la oposición, se ha declarado admirador de Mandela y su programa se centra en la reconciliación de todos los venezolanos junto al relanzamiento de la Democracia Social. Lamentablemente, desde las filas gubernamentales, no se ha jugado limpio y se hacen todos los esfuerzos por hacer invisible y descalificar ésta genuina como necesaria aspiración.
En la nueva Venezuela que auguramos, hay que pactar. Tanto chavistas como no chavistas tienen que reconocerse y respetarse, sin esto, seguiremos representado una anti-política del absurdo. El ineludible camino hacia la tragedia.
La confianza del sobreviviente
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