Pues tuvo que aparecer de nuevo Jesé para encender la bombilla del Madrid y permitir a los blancos mantenerse agarrados al tren de la Liga. El muchacho de 20 años está en estado de gracia. Balón que toca, balón que va a puerta. Ya sea en forma de gol que de asistencia. Suyo fue el pase que permitió a Benzema abrir el marcador en el Bernabéu y desatascar en un partido muy trabado contra el Celta. Si los blancos no se han despedido de la lucha por el título se lo deben a Jesé. Pura vitamina para este equipo.
Cinco minutos llevaba el canario en el campo. Le dio tiempo para tirar a puerta y para recortar dentro del área y asistir al punta francés. Jesé se colocó en la banda derecha –Cristiano pasó a jugar en punta, Benzema de enganche y Bale por la izquierda después de sustituir a Di María- y reactivó al Madrid. Hasta ese momento no había jugado a nada. Lento, sin idea, atascado.
Volvió a mostrar los síntomas que ya se vieron en El Sadar y en Mestalla. Son señales, pese a la victoria, preocupantes para un equipo que por fin había encontrado continuidad. Ancelotti dijo que había visto a los suyos en óptimas condiciones después de las vacaciones de Navidad. Pero Isco no apareció. Marcelo tampoco. Xabi tuvo uno de sus días malos –se quedó en el vestuario después de la primera parte- igual que Di María, demasiado precipitado y poco preciso. Y enfrente, además, había un Celta muy disciplinado.
Decía Ancelotti ayer que todos los equipos tienen problemas cuando los rivales se cierran y cierran los espacios. Que todo dependía de la velocidad, rapidez y dinamismo a la hora empezar la jugada desde atrás. Que el Madrid, además, tenía a jugadores con habilidad para buscar soluciones en espacios reducidos. Citó a Cristiano, Benzema, Modric e Isco. La clave es la velocidad, repitió el técnico.
No tuvo ninguna el Madrid en la primera hora de partido. El Celta de Luis Enrique se plantó en el Bernabéu con una idea muy simple: cerrarse bien atrás y salir a la contra. Eso le creó problemas a los de Ancelotti. No tanto a nivel defensivo –aunque las ocasiones más claras, al menos en la primera parte, las tuvieran los gallegos- sino a la hora de buscar espacios. Xabi tuvo uno de esos días malos que no suele tener más de dos veces al año.
El Madrid sufrió su lentitud y falta de lucidez. Sólo Modric saltó al césped con la autoridad y las ganas de siempre. Se multiplicó el croata en todas las zonas del campo mientras que los blancos insistían en canalizar el juego por el centro. Se creó un embudo que no llegó a ningún sitio. Di María jugaba por dentro, Isco por dentro, Xabi por dentro… Carvajal tuvo apenas tres incursiones en la banda derecha; fueron las tres jugadas más peligrosas del equipo de Ancelotti. La tercera, de hecho, acabó con un centro que remató Cristiano a gol.
Pese a ello, durante buena parte del partido, los blancos insistían a jugar por dentro. Mejoraron las cosas con la entrada de Illarramendi y, por supuesto, con la de Jesé y Bale, aclamados por el público del Bernabéu. Igual que Cristiano que terminó marcando un doblete. Fue una goleada muy engañosa. Tuvo el Madrid su regalo de Reyes pero no está para celebraciones. Ha sufrido una inflexión en el juego en el peor momento. A partir de ahora hay partido cada tres días.