Recientemente en Venezuela se creó el Viceministerio para la Felicidad, y casi 2 meses del inusual hecho no sé si era feliz antes del decreto o el decreto me ha abrigado sentimientos de suprema felicidad, realmente estoy confundida.
Partiendo que la felicidad es inherente a una condición particular del ser humano, de la forma de vivir la propia vida, la manera de compartir con la familia y los seres queridos, y el desenvolvimiento como individuo en la sociedad, creo que la felicidad involucra también otros factores incidentes en la calidad de vida, como lo son: el bienestar, el nivel adquisitivo, la educación, la esperanza de vida, la espiritualidad y así sucesivamente tantos elementos que propenden a la felicidad.
Por otra parte el progreso socioeconómico no lo es todo, algunas investigaciones señalan que podemos tener más comida, más ropas, más teléfonos, más automóviles, casas más grandes, más vacaciones, un trabajo más agradable y todavía no somos más felices.
Es verdaderamente increíble que la felicidad se pretenda confundir con programas sociales o misiones, que no dejan de ser importantes y necesarios, pero bien segura estoy que no es la esencia real de la ansiada felicidad, ni se logra por decreto o habilitante alguna.
En otras latitudes del mundo han abordado la felicidad como indicador de desarrollo, eso teóricamente no está mal, estos principalmente se desarrollan bajo la premisa de los Cuatro Pilares de la Felicidad, consiste en “la promoción del desarrollo socioeconómico sostenible e igualitario, la preservación y el establecimiento de valores culturales, la conservación del ambiente, y el establecimiento de un buen gobierno”.
Aquí se acaban las palabras, ¿Cómo se puede calificar bueno o regular un gobierno, donde no asegura a los ciudadanos los productos de la cesta básica? Aunado que la escasez no es solo de alimentos, sino de otros productos como por ejemplo: papel sanitario, crema dental, jabón, baterías para automóviles, cauchos, medicamentos, cemento, es decir, es una inmensa, larga y ancha lista de privaciones, que todo el mundo conoce. Esto sin contar con los deficientes servicios públicos (energía eléctrica y agua) y la rampante inseguridad e impunidad que viste de negro a muchas familias.
Viendo todo este abanico de problemas y carencias sociales, yo tímidamente pregunto ¿Cómo es que vamos a ser felices por decreto?. Yo creo que están enredados, confunden la sonrisa de una persona al obtener un paquete de harina pan -luego de una inmensa cola- con la felicidad suprema.
Particularmente, antes de un ministerio a mi me haría más feliz ver acciones para la Paz y Amor al Prójimo, empezando por respetar los derechos humanos y universales, y aprobando por ejemplo la medida humanitaria para la libertad del comisario Ivan Simonovis, esto por nombrar un caso emblemático -de muchos que hay- sería más importante que perder tiempo y recursos creando ministerios y discutiendo sandeces.
Para terminar, dos cosas: recomiendo revisar el decreto presidencial Nº 506 de fecha 24/10/2013, para que lo analicen y al igual que yo se confundan o alcancen por decreto la Suprema Felicidad. Y lo otro le pido a dios que los ilumine y con o sin decreto de la felicidad liberen los presos políticos y aporten un granito de felicidad a todos los venezolanos…
