Voz agraria -«Me estoy acostumbrando a ti»

¡Póngale la música!, y eso parece que está pasando en Venezuela, pues no es extraño ver las inmensas colas para comprar comida, personas con una resignación estoica, esperando en pleno sol durante 3 a 5 horas, para llevarse mínimas cantidades de escasos productos.
En los mercados vemos también a personas disminuyendo el volumen de su compra y también en la calidad proteica de esos alimentos. Si transitamos en vehículo, vamos cayendo de hueco en hueco y si acaso exclamamos un “¡Viva Amalia!”.
Actualmente nuestras viviendas se han convertido en cárceles de tanta protección que colocamos, a la par que es nuestro refugio para el toque de queda impuesto por el hampa. Si enfermamos, recurrir a la asistencia pública es agravarnos más, si vamos a una clínica, nuestros haberes económicos colapsan y quedamos pagando deudas a los amigos y familiares. De paso la medicina no se consigue y si por suerte del destino, la localiza, su precio es exorbitante. ¿Y donde dejamos a los pequeños de la casa? Nuestra alegría de antaño cuando un hijo ingresaba a un nivel superior educativo, se ha transformado en tragedia, pues uniformes, útiles y otros enseres se han colocado a niveles muy altos por su precio. Un amigo me decía que sale más barato el ingreso a la universidad que el ingreso al kinder.
Queda mucho que agregar a este rosario de penas. Pero lo que mueve a la reflexión es la actitud pasiva con la que asumimos esta tragedia, que viola nuestros valores ciudadanos. No pasamos de un quejido o una expresión irónica o de chiste para saciar nuestra protesta. ¿Qué paso con el “Bravo pueblo”?, ¿Qué paso con la capacidad de respuesta ciudadana? Parece ser que llegamos al nivel de tener “tanto gobierno, como lo permita la sociedad y tanta oposición como le interesa al gobierno”. Con ninguno me quiero retratar. Gracias.