El balance no puede ser más aterrador según las cifras del Observatorio Venezolano de Violencia. 79 muertes por cada 100.000 habitantes, a pesar de las declaraciones del ministro del interior descalificando la información y pretendiendo reducirlas a 37, cifra escandalosa en sí misma. Creo mucho más en el OVDV que en los números oficiales de los despachos oficiales. Esto no incluye heridos graves, ni incapacitados, ni a los fallecidos por accidentes de tránsito. Esta situación es consecuencia de muchas circunstancias concurrentes imposibles de analizar en unas líneas como estas. Hubiera preferido dedicarlas a temas destinados a elevar el optimismo y la confianza de los venezolanos en el cierre del año. Pero no hay ninguno que pueda servir para ese propósito de cara al 2014.
Si el año que termina ha sido malo en todas áreas de la actividad nacional, el próximo será peor. La incompetencia, la demagogia, la dependencia foránea y la corrupción, todo ello con orientación ideologizada, hace desaparecer cualquier esperanza de paz y serenidad hacia el futuro inmediato. En consecuencia, se impone una revisión profunda en la dirigencia de los sectores democráticos políticos, económicos y sociales para enfrentar al régimen con ánimo de sustitución definitiva. Definición de objetivos claros y diseño de estrategias para alcanzarlos como trabajo conjunto de la Venezuela libertaria, es lo único que podría levantar la esperanza en un pueblo fatigado, harto de la demagogia y de la mediocridad que no son exclusivas del régimen.
2014 debe ser el año del cambio. Hemos planteado junto a otros notables compatriotas, el camino constituyente para la reconstrucción institucional y la relegitimación de los poderes públicos. Quienes lo niegan de entrada, parecieran amoldarse consciente o inconscientemente a los intereses del castro-comunismo gobernante.
¡Libertad para los presos y exilados!