Comenzaré como todos los cuentos, había una vez, una abuelita, solitaria por ratos, mientras sus hijos iban a trabajar.
Ella se distraía, poniéndole comida a los pajaritos que llagaban a su patio, donde una nieta le había hecho una fuentecita para que ellos se bañaran allí, ella disfrutaba mucho ver la cantidad de pájaros que acudían a comer y a bañarse en la fuente, llegaban azulejos, como aquel del cuento, “ el pájaro azul “, también llegaban canarios, tordos y muchas variedades, pero en especial, a ella le gustaba mucho el cristofué que es de alas marrones, pecho amarillo y curiosamente, tiene una corona blanca en su cabeza.
Bueno, el caso es que el menor de los hijos le trajo un día muchas mazorcas de maíz, para que le diera a los pajaritos, ella dándole vuelta con las manos las desgranaba. así poco a poco se fueron acabando y la abuelita su puso muy triste, porque sólo tenía migajas de pan para sus pajaritos. todos los días cuando ella barría el patio, pensaba…. ¡si solo consiguiera un granito de maíz, lo sembraría para tener muchos y así los pajaritos tendrían mucha comida!. con este pensamiento la abuelita siguió su trabajo y pasaron muchos días.
Habían pasado como dos meses y un día, cuando estaba viendo televisión con una de sus nietas, se sorprendió de que en el bolsillo de la camisa, encontró dos granitos de maíz, su sorpresa fue inmensa, porque ella había deseado tanto conseguir tan siquiera uno, y la suerte o la ley divina la había favorecido, con dos; lo extraño es que esa camisa había sido lavada varias veces en lavadora con jabón, durante el tiempo que no tenia maíz para los pájaros, pero de todas maneras la abuelita puso manos a la obra y con ayuda de su otra nieta, sembraron los dos granitos y solo nació uno.
La abuelita se emocionó de tal manera, que cuando la plantita creció un poco mas, le dijo a la nieta: Llevémosla al patio donde hay mas espacio y no corre peligro de que la pisen, así lo hicieron y todos los días crecía y crecía, la abuelita estaba feliz, la regaba todos los días, a pesar de no ser la temporada para la siembra de maíz porque estaba creciendo en el mes de diciembre; sin embargo, la abuelita confió en que Dios le daría el regalo de que su mata se desarrollara sana y sin abonos químicos. y así fue, en los días de Navidad, cuando la abuelita salió a barrer el patio y a regar el maíz… ¡sorpresa!… el maíz traía dos mazorcas, las que se desarrollarían en unos meses mas y crecerían lo suficiente, como para sembrar una y darles de comer a los pajaritos con la otra… ¡gracias dios! grito la abuelita, feliz de que su pedido fuese escuchado y que justamente para los días de navidad, nacimiento del niño dios, allí estaba el regalo de navidad, no debajo de un árbol, sino hecho un árbol de navidad, con su maíz.