Celebro la reunión del presidente Maduro con los sectores opositores, mas no el deslinde que pretenden imponer entre los acólitos y los “opositores”, por un lado se reúne con la gripe y por otro con el asma. La vacuna a fin de cuentas es la misma, jurar fidelidad, reconocimiento a los poderes y por ende adhesión. Todo se redujo a cloacas, calles y basura. La impunidad no estaba en la agenda, puede que la ineficiencia, ausencia de coordinación, mas la impunidad no entró en la agenda. Nadie se atreve a abordar un tema que cuestiona el Estado en toda su magnitud al mostrar poderes sumisos y conformes unos con otros de las decisiones que tomen. La incondicionalidad es una regla que se impuso por sobre los ímpetus e improntas preparadas de los opositores.
Ciertamente las fallas son idénticas en todos los lugares: basura, vialidad, agua, cloacas, luz. La oposición cree que haciéndose los duros televisivamente podrán lograr apaciguar los reclamos sociales. Cuando pedimos justicia no es un eufemismo que busca destinatario, cuestionamos al poder en todos sus niveles. Atrapados en un marasmo de necesidades, los alcaldes y gobernadores ven en cloacas, pavimento, doceavos y agua las más apremiantes necesidades que los agencian: la ausencia de justicia no entra en agenda alguna.
Todo se reduce a una necesidad faraónica que encubre dolo, despilfarro, cerco informático y complicidad a todos los niveles.
Allí se demostró que no es necesario contar con jueces o fiscales honestos, al desnudar un vejestorio de calamidades que no mejorarán en nada nuestra situación mientras el Estado sea omnisciente y su aclamación y reconocimiento pase por la aceptación de la ausencia del estado de derecho: derecho a la seguridad, a la vida, al proceso debido y a impartir justicia sin atenuantes ante crímenes de lesa humanidad.
Nadie recuerda que más de 90% de los crímenes continúan impunes y nuevos delitos sólo sirven para engrosar la extenuante lista de irregularidades que diariamente se cometen desde los principales centros de poder que irradian su influencia a todos los niveles.
Nadie habla de la progresiva depauperación de los cuerpos policiales que a fin de cuentas están llamados a proteger a la ciudadanía no a actuar en contubernio con el hampa, ni al margen de su identidad a la cual deberían responder.
El caso de los comisarios cuyo vejamen público es mayor a los propios padecimientos que ciertamente padecen, deja a un lado a centenares de presos políticos –militares y civiles- que no gozan de las prebendas de tener diputados, políticos y medios a su servicio y que cuando reclaman, procuran parcialidades, muestra de los compromisos que detentan.
Me gustaría ver al diputado Edgar Zambrano exigiendo justicia ante la violencia sin rostro que padecemos los larenses, a la par de su enjundiosa dedicación a la causa de los comisarios. Al diputado Gómez Sigala miembro de la Comisión de Política Interior, reclamando por las centenas de denuncias que sus representados incoamos ante esa Comisión. Más aún acompañando a los denunciantes y aligerando los engorrosos trámites que distancian al ciudadano común de las instancias que deberían velar por el cumplimiento de sus derechos.
Bien sé que en la acera contraria, en el oficialismo se oculta una incondicionalidad que jamás expondrá la podredumbre que nos carcome, pero en políticos que se deben a sus regiones, resulta inaceptable.
Al margen de la crisis de gobernabilidad que padecemos, de burocracias paralelas que actúan al margen de los designios que les confirieron sus representados. Sin inmutarse enarbolan las causas de sus financistas, antes que el agobio que diezma a sus representados.
Allí queda latente la frustración que representa carecer de voceros reales. El estado Lara no tiene dolientes, ni corajudo alguno que reclame por la impunidad que se adueñó del estado. Todo se reduce a una suerte de primarias necesidades: cloacas, asfalto, alcantarillas y drenajes. Dejando a un margen el resguardo de la vida.
¿Será que las víctimas no tenemos mañana? ¿Se cansó la justicia?
Espero algún día contar con un representante, con una voz que sin provenir del lamento le recuerde al gran poder ¿para qué cloacas, agua?
Ayer, hoy, mañana, mataron a mi hijo; a mi padre, a mi madre, a un primo. Al dejar la memoria al amparo de la muerte impune. Y que esto pase y siga pasando como rutina. Los huérfanos de justicia obraremos como el destino manda: impulsaremos un referéndum revocatorio a todos los representantes públicos que obvie nuestra calamitosa situación. Antes que cloacas ¡Justicia!
Ni alcalde, ni gobernador: ciudadano
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