Ataviados con trajes camaleónicos con receptores automáticos que los ajustan a nuestros cuerpos, residiendo en ciudades sin luz, padeciendo de atascos en el tráfico aéreo y fabricando clones. Así nos imaginaban en el 2014 los cineastas del pasado.
Nuestros antepasados nos veían huyendo de las ciudades devastas por una pandemia mundial (‘Soy leyenda’) o una guerra nuclear (‘La Jetée’), muriendo por la droga (‘Una mirada a la oscuridad’) o agonizando entre el poder autócrata y el crimen (‘Fuga de Los Ángeles’).
Algunas cosas fueron pronosticadas con una exactitud del 100%, como, por ejemplo, las tecnologías 3D en ‘Regreso al futuro II’. Las pulseras que registran los procesos biológicos en el organismo y huellas dactiloscópicas que abren puertas y bloquean los gadgets también acaban de ser realidad. Aunque la mayor pasión de los autores de ciencia ficción de todas las épocas —la máquina de tiempo— nunca funcionó. Sin embargo, los físicos tipo Kip Stephen Thorne, cuya teoría de los agujeros de gusano sirve de base para una nueva película de Christopher Nolan, siguen trabajando en ello.
Por más párvulas que parezcan las predicciones de los cineastas del pasado, hoy en día resulta que la sociedad tecnológica con la que estaban soñando ya no es una fantasía. Más bien parece un pronóstico bastante acertado para los próximos cinco años.