Héroes larenses inmortalizados en la batalla de Araure

Ofrenda: Al concluir el año Bicentenario de la Campaña Admirable, es de justicia y ufanía, rendir férvido tributo, a la memoria de los héroes larenses, inmortalizados en la Batalla de Araure, el 5 de diciembre de 1813. Honra y prez del gentilicio.
1. Jacinto Lara. En la guardia del Libertador descolló con su señera presencia, Jacinto Lara, Epónimo del Estado que lleva con orgullo su nombre y el prócer de más larga y asombrosa hazaña. Inicia su periplo castrense el mismo 19 de abril de 1.810, como Comandante de las milicias de Araure y Ospino, segó lauros inmortales en Corpahuayco y Ayacucho “cumbre de la gloria americana”, recibe del bizarro Mariscal Sucre, el ascenso a General de División.
Hasta en el maravilloso mundo de la poesía el Libertador encontró estímulo propicio para rendirle merecido elogio, como este panegírico que le dedica, en el estupendo juicio crítico que hace al poeta José Joaquín Olmedo y le dice: “Ud., formó de Lara un Ulises”, para atribuirle por el mismo verbo de la libertad, las virtudes de la prudencia y de la astucia que caracterizaron al legendario Rey de Itaca y héroe supremo de la Odisea.
2. El Comandante José Antonio Planas, al frente de una compañía del Batallón Valerosos Cazadores, fue el primero en atacar, en enardecida acometida, la ventajosa posición  enemiga, de este encuentro inmortal, donde la temeridad igualó la osadía. Solamente siete denodados jinetes y esclarecidos adalides, pusieron a salvo, sus egregias vidas: Planas, Manrique, Canelón Monagas, Luque, Fernández y Buroz. Siete fulgores del incandescente sol de Araure.
Para medir su heroica vocación, es suficiente, este excelso párrafo de la carta del Libertador, al Presidente del Congreso de Nueva Granada: en la que rechaza el Grado de Mariscal de Campo, que le ofrecía ese cuerpo representativo de la Soberanía Popular y donde dice: “Ahí están, excelentísimo Señor, el General de División José Félix Ribas, el General de Brigada Rafael Urdaneta, el Comandante D’Elhuyar, El Comandante Elías (Campo Elías), el Capitán Planas, todo ese ejercito de granadinos y venezolanos que derramando su sangre por romper las cadenas de la opresión, han hecho sus virtudes eternas en la memoria de la Independencia Americana. A ellos solamente debe tributarse la gloria de que Vuestra Excelencia quiere cubrirme”.
3. Rudecindo Canelón: Quien percatado del peligro insalvable que los cerraba, partió como el rayo con sus temibles carabineros, a reforzar las posiciones, donde Manrique y Planas, hacían prodigios de valor incomparable. Pero, mejor hablan de la esclarecida personalidad de Canelón, las frases del Informe Necrológico del Ministro de Guerra, Antonio Muñoz Tébar, quien lo exalta de esta manera: “El ciudadano Rudecindo Canelón, Capitán del Batallón de Valerosos Cazadores, muerto el 13 de febrero, al trepar las alturas del Pantanero, en La Victoria, desalojando al enemigo de sus posiciones. En honor de este intrépido oficial es preciso decir que son muy pocas las batallas que ha habido en Venezuela, felices o desgraciadas, en que no se haya batido con desesperación al lado del estandarte tricolor. En las bóvedas de Puerto Rico, en las prisiones de Coro, ni un instante flaqueó. Canelón, era tan extraordinariamente audaz, que en Araure con una descubiertas de ochenta soldados, atacó al ejercito combinado de Yañez y Ceballos, compuesto de más de tres mil setecientos hombres”.
4. Mateo Salcedo: Conjugó con su heroísmo el milagro de la victoria. Recibe terminante orden del General Urdaneta para silenciar el fuego avasallador de la posición contraria y, luego, por el mismo Libertador, para desbaratar el movimiento envolvente de los realistas sobre la segunda línea y permitir a Urdaneta, la libertad de dirigir la caballería sobre el ala derecha comandada por Yañez. Mateo Salcedo, el héroe de la lealtad, cae abatido en el terrorífico asalto del Rincón de los Toros, donde por arcano del destino salvo con la suya la vida del Libertador.
Fueron cuatro héroes larenses inmortalizados en Araure, cuatro nombres inmarcesibles, inscritos en páginas de epopeya por la propia mano de la gloria.