Diomedes Díaz dijo que no gustaba de la muerte. Sin embargo, el mayor vendedor de discos del género vallenato en Colombia imaginó su funeral y el de esta jornada fue exactamente como lo describió en una famosa entrevista en los años 90: “bonito», con vendedores ambulantes y su ataúd en el medio de la multitud.
Al llamado Cacique de la Junta o el jefe de la empobrecida vereda La Junta, donde nació el 26 de mayo de 1957, no le faltó sino imaginar el sofocante calor que reinó el miércoles cuando se celebró su misa de exequias y más tarde comenzó un homenaje musical en voz de algunos de los artistas más conocidos del vallenato.
El féretro de madera, forrado en blanco y cubierto con una tapa de vidrio para que los seguidores de Díaz le den su último adiós, permanece desde el lunes pasado sobre una tarima en la céntrica Plaza Alfonso López de la ciudad de Valledupar, ubicada en el departamento de César, a 655 kilómetros al norte de Bogotá y conocida como la cuna del vallenato. Allí falleció el popular músico de un infarto cardiorrespiratorio el domingo. Tenía 56 años.
“Con dolor, con tristeza despedimos a nuestro hermano Diomedes…hoy le pedimos al Señor (Dios) que le conceda el descanso, la vida eterna por siempre y que sea feliz en el cielo como aquí en la tierra nunca lo fue, a pesar de todo», dijo el sacerdote Enrique Iceda, al oficiar una misa desde la tarima de la plaza, rodeado de jóvenes monaguillos en trajes rojos y blancos y bajo una gran pancarta en la que se leía “El vallenato llora al coloso. Él nació para no morir. Su obra es INMORTAL», y al lado derecho una foto del artista.
“Él mismo se dio cuenta durante su vida que la fama no era todo en la vida», añadió el sacerdote, de espaldas al ataúd, custodiado en cada esquina por cuatro policías, en medio de cientos de coronas florales y al pie del féretro un enorme retrato del cantautor de camisa roja brillante, de las que tanto gustó, y pantalón negro.