Caracas, Caracas,
yo te canto noche y día
para que en mejores tiempos
te perfume la alegría (bis).
Este es el estribillo de un aguinaldo de Rafael Salazar que me encontré en el “Cancionero Azul de Navidad”, recopilación de 70 canciones de Navidad hecha por Mery Lamberti y Gabriel Gutiérrez Vera. La edición (segunda), es de la Universidad Monteávila, Caracas 2013. Y me gustó porque está acorde con los tiempos que corren.
No sólo estamos ya en Navidad, sino que acabamos de pasar una jornada electoral y Caracas, como dice nuestro himno, dio el ejemplo: la oposición ganó no sólo la alcaldía metropolitana, sino cuatro de las cinco alcaldías que componen esta zona. La quinta queda aún en manos del oficialismo por dos razones: no hubo unidad opositora allí y el alcalde repitiente, demostrando por fin alguna inteligencia, en los últimos meses se esmeró en restaurar y embellecer tanto el casco central de la ciudad como algunas otras áreas emblemáticas. Esto da votos, por supuesto, como también el despliegue de amedrentamiento. Las otras ciudades importantes del país, como Barquisimeto, si no tan contundente, también dieron buen ejemplo y no porque como dijera una trasnochada ministra, la gente en éstas está alienada, por el contrario, muy despierta y consciente ante los males que un desgobierno largo ha traído al país. Esa señora ministra, que asume conocimientos de psiquiatra, deberían nombrarla ministra de Sanidad para ver si se cura a sí misma.
Pero estamos en Navidad y quiero olvidar la política para centrarme en ese cantar a Caracas de Salazar “noche y día / para que en mejores tiempos / te perfume la alegría”. Es el optimismo que necesitamos hoy, siempre y confiar en Dios y en el futuro. Basta de caras largas con presagios de males en el horizonte. Veamos más bien en éste el sol que nace y trae nueva vida. O el que se va a descansar, se despide entre fulgores y nos mete en el reposo nocturno donde recobramos las fuerzas para seguir en la lucha.
Decía el poeta, santo y místico Juan de la Cruz: “A la tarde te examinarán en el amor” (Dichos de amor y luz). No es “a la tarde de la vida” como lo citan con demasiada frecuencia algunos, deformando el sentido del mensaje de fray Juan. No es un examen final sino un examen diario a la hora en que cesa el trabajo y el alma puede encerrarse en sí misma para meditar. Es la hora de saber cómo hemos amado a Dios y a los demás en Él, a lo largo de la jornada. Si nuestro examen da un resultado positivo -¡hemos amado!- nos sentiremos optimistas, exhalaremos perfume de alegría y perfumaremos a los demás. Si nos sale negativo, si nos damos cuenta de que nuestro día vivido ha sido estéril en amor, tenemos el peligro de caer en desaliento, en pesimismo e irradiar ese olor negativo que contagia el ambiente a nuestro alrededor. ¡Cuidado, podemos hacer tanto daño con nuestro pesimismo!
A menudo no nos damos cuenta del mal que hacemos cuando queremos “lucirnos” exponiendo nuestro estado de ánimo triste y lúgubre, cuando nos comportamos como profetas del desastre, con el agravante de que en el fondo queremos que éste sucede para poder vanagloriarnos diciendo: ¿ven, como yo tenía razón? Si nos comportamos así, estamos nutriendo y expandiendo el mal. Se lo digo a gente que trato de cerca y que siempre ve el vaso medio vacío: estás haciendo daño, estás atrayendo la negación del bien. Son personas que en los resultados de las elecciones del 8 de diciembre ven derrota, mientras que otras vemos un triunfo de la oposición. Aquéllas emanan espiritualmente un hedor.
¡No…! Perfume de alegría. Es Navidad y todo es promesa de redención, de renacimiento, de vuelta al entusiasmo para reconstruir nuestro país. Perfume de alegría porque el futuro está encinta de bienes. Perfume de alegría porque tenemos ilusiones y esperanzas. ¡Perfume de alegrías hoy y siempre…!