Quiero compartir con los larenses estos hermosos momentos.
En diciembre de 1950 conocí a Alirio Díaz. El Dr. Carlos Gil Yépez, curarigueño, de quien era su adjunto en el Servicio de Medicina Interna en el Hospital Vargas de Caracas, me habló de un muchacho caroreño acerca de quien le informaron tocaba muy bien la guitarra y le habían concertado una visita, a la cual me invitó. El doctor Gil me pidió se lo llevara, puesto que el joven vivía en la Esquina de San Rafael, cerca de mi residencia. El día de la cita a las 7:30 pm lo busqué, y él ya estaba esperándome en la puerta con su guitarra.
Parecía de mi misma edad, me dijo llamarse Alirio Díaz, estudiaba música en la Escuela José Ángel Lamos y trabajaba en la fábrica casera de perfumes del señor Pimentel, hermano de Job Pim.
Tocó esa noche música criolla, casi toda a petición de Doña Luisa, madre del Dr. Gil, completamos el auditorio de cuatro oyentes Rafael José Neri (años después Rector de la UCV) y mi persona. Sus interpretaciones fueron grabadas. Después de dos horas de reunión regresamos comentando lo grato de ella, habló de sus deseos de continuar el curso de guitarra y lo felicité por su esfuerzo de trabajar para estudiar y que no dejara de hacerlo.
No lo volví a ver hasta 1972, cuando, como decano de Medicina de la UCLA asistí en Maracaibo a un Congreso de las Escuelas de Medicina de Latinoamérica, reunidas en el Hotel del Lago; el acto cultural especial del evento era un concierto con el ya famoso guitarrista venezolano Alirio Díaz en el auditórium del hotel. Nos vimos a la entrada, no me reconoció, pero al recordarle nuestro primer encuentro en Caracas 22 años antes se llenó de entusiasmo y emoción, me habló de la grabación de esa noche y me pidió se la consiguiera, pues quería oírla, hice el esfuerzo para ello y no fue posible.
Se quejó Alirio de la parquedad asistente y me contó que venía de Maiquetía, donde llegaba de Rio de Janeiro. La noche anterior tuvo en esa ciudad un multitudinario y apoteósico concierto. Se negó entonces a subir al escenario para tocar a la decena de presentes que entonces le hicimos rueda debajo, teniendo el privilegio de oír y ver al gran guitarrista dando concierto magistral para unos pocos. En esta segunda oportunidad me hizo recordar la tenida e inolvidable primera con el principiante, décadas antes, en la residencia del maestro Carlos Gil Yépez.
El tercer concierto mucho más personal que los anteriores fue en su casa natal de La Candelaria, en 1981. Ese día se fue conmigo desde Carora, era yo el gobernador del estado Lara: Hicimos unas mejoras en su caserío y la vialidad de la Otra Banda, pero Alirio lo que más le impactó fue el cambio de la vieja Iglesia en ruinas.
Tocó música muy de él, de sus afectos, al pequeño auditorio de su madre Doña Josefa, de su esposa Consolina y mi esposa Rafaelina, las que no dejaron de hablar en italiano y mis hijos Domingo y Roque, quienes tuvieron el privilegio de conocer al extraordinario maestro de la guitarra y estrechar sus manos maravillosas.
La inspiración del gran guitarrista tuvo extremos de espontanea emoción, dedicó a Roque para entonces niño de 8 años, Como Llora una Estrella, del inmortal Carrillo, “para que siempre te recuerdes de mí” le dijo, como lo ha sido.
Vio venir a su viejo amigo tocador de cuatro, hijo de Tino Carrasco, otro compositor caroreño y lo invitó a que le acompañara, a lo que se resistía ante el gran maestro, pero la insistencia venció y oímos un dúo de cuerdas extraordinario, tan bueno que los elogios merecidos se desbordaron al final de la sin par Natalia, de Antonio Lauro. Alirio comentó, “más nadie me acompañará igual”, y el pequeño auditorio aplaudió un buen rato.
Termino estos recuerdos con uno memorable, que fue el acto en el Teresa Carreño, de condecoración con la máxima medalla de la Orquesta Nacional Juvenil de Venezuela de dos músicos gloria del país, Antonio Lauro y Alirio Díaz, y mi persona no músico, pero había hecho un gran esfuerzo, como escribieron, “por brindar el más amplio y profundo respaldo a esa institución”.
Amenizó el acto Alirio, acompañado por la Orquesta Juvenil, dirigida por el caroreño Felipe Izcaray, interpretando el Concierto de Aranjuez para guitarra y orquesta del español Joaquin Rodrigo. Mejor nunca.
En uno de sus libros Alirio Díaz me nombra, es el momento de darle las gracias por su generosidad y por todas las ocasiones departidas con su magistral ejecución y también es la ocasión para felicitarlo en el cumplimiento de la pequeña diferencia que me lleva cuando acaba de llegar a los 90 años de vida.
Recuerdos de Alirio Díaz
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