Precios o patria

Hicieron falta 208 días para que el gobierno se percatara que el discurso ideológico no les alcanzaba sin el líder de la revolución. Siete meses fueron suficientes para diluir el apoyo popular heredado, lo que comprometía la tan necesaria victoria del 8-D como mecanismo legitimador. Al final, paradójicamente, el gobierno recurrió a su enemigo ideológico para tratar de tomar oxigeno: el mercado.
Ley de Oferta y Demanda, baje los precios y aumentará la demanda. Disminuya la oferta y aumentarán los precios. Si baja sustancialmente los precios la demanda crecerá de manera importante, más cuando ha habido una demanda represada por mucho tiempo. Lo que probablemente no se esperaba el gobierno era que al abrir esa llave las ansias consumistas se desbordarían. Las largas colas a prueba de las penurias del clima, los rostros desencajados por la felicidad de adquirir unos productos, son algunas señales de una sociedad cuyas ansias por consumir latían en silencio.
Ahora el gobierno debe seguir recordando la segunda parte de la lógica del mercado, si baja la oferta los precios aumentarán. La única manera de evitarlo es recurrir a los controles, lo que regula la rentabilidad, y por lo tanto liquida toda motivación empresarial. Con las empresas disminuidas, o suprimidas, el Estado debe asumir la tarea de producir y distribuir. Dada la ya conocida incapacidad empresarial de los estados la falta de oferta es una consecuencia esperada.
Afortunadamente para Venezuela siempre aparece el petróleo salvador. Más petróleo, más divisas, y dada la incapacidad productiva del estado eso significa más importaciones. Los grandes ganadores son sin duda los capitalistas extranjeros, las empresas asiáticas que enviarán sus electrodomésticos y las trasnacionales a las que se les entregará de nuevo la producción petrolera. Punto para el mercado, ¿qué pensarán los verdaderos creyentes de las ideas de izquierda de esta derrota ideológica?