Por la puerta del sol – Navidad

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Llegó diciembre cargado de ilusiones y alegrías.  Revive la esperanza, emerge la fe, se anima el espíritu, vuelven las voces de los cantares traídas por el viento entre notas de gaita y villancicos, regresa al rostro la sonrisa y al corazón las ganas de vivir.
Breve repaso.
El 21 de diciembre se inicia en el hemisferio Norte el solsticio de invierno, tiempo en que renace el Sol sobre las tinieblas,  a la vez es tiempo de la fiesta de la encina o roble sagrado.  Para los antiguos celtas el árbol representaba un poder especial; los sacerdotes (guardianes de las tradiciones) elegían encinas o robles en aquella  festividad que se iniciaba con la entrada del solsticio de invierno, festividad a la que inicialmente se le llamó del yule. Esta tradición todavía la celebran algunos pueblos creyentes del Norte.
Según la mitología griega  fue la bellota o fruto de la encina el primer alimento del ser humano. Algunos autores clásicos la consideran como el ingrediente casi exclusivo de la Edad de Oro, época en la que en el mundo todo era de todos, no existía el egoísmo de lo tuyo y de lo mío, de los bienes que producía la naturaleza y cada uno de ellos.  Era tiempo de pureza, de rectitud, de inocencia, unión  y bondad.
La Navidad empezó a celebrarse  dos siglos después del nacimiento de Jesús. El mundo cristiano se acostumbró a celebrarla el 25 de diciembre a pesar de que algunos escritores aseguran que Jesús nació en época de otoño. La época no reviste importancia sino lo que guarda el corazón, la afirmación de la fe en Dios, la esperanza de la paz, el abrazo en familia, el amor y alegría que se desbordan en esta época.
Durante la festividad del solsticio de invierno era costumbre quemar en honor del nuevo Sol el tronco del árbol de yule. Es el instante en que se celebra el regreso del Sol que triunfa sobre las tinieblas. Anteriormente se celebraba encendiendo fuegos, símbolo del renacer de la esperanza y luz en el mundo. Y es este árbol el que marca en el mundo el momento en el que la rueda del año llegando a su punto más bajo está lista para subir de nuevo a empezar otro ciclo.  Para el mundo nórdico el tronco del yule es la Navidad, mientras que para el mundo católico es el recuerdo del nacimiento de Jesús tronco de la fe, promesa de la vida y paz del mundo. En el yule se inspiró el árbol de Navidad que decora los hogares.
El niño Jesús nace justo el momento en que la sombra en su máxima oscuridad empieza a esfumarse con el nacimiento  de un espléndido día, es el momento en que se fortalece la fe.
Más que una fiesta la Navidad es un estado de ánimo personal en que cada uno viste su espíritu de alegría y solemnidad; cambio que busca la propia alma después de un año de duro batallar físico y mental. No hay nada más grato que levantarse el 25 de diciembre revestidos del espíritu infantil que dejamos atrás y renace en el corazón cada año.
La costumbre del pesebre es símbolo inequívoco de la Navidad cuyo creador fue San Francisco de Asís. El árbol proviene del siglo IV, tiempo en que San Bonifacio sustituyó los sacrificios a que se sometía la encina sagrada, por un pino adornado en homenaje al niño de Belén que llega al mundo cada año entre  luces, alegrías, colores y villancicos.
San Nicolás forma parte de estas festividades de diciembre. Cuenta la leyenda que cuando era niño perdió a sus padres quienes le dejaron una enorme fortuna que decidió compartir con los más pobres, generosidad que se esparció por todo el mundo dando origen a la costumbre de llevar regalos a los más necesitados en Nochebuena.
Navidad es el momento de activar en el corazón del niño el amor hacia los más necesitados,  de inculcar en ellos solidaridad, humildad respeto y bondad. No hay mejor momento que éste para hacerlos realmente seres humanos con corazón. Para nosotros es un privilegio tener comida y un techo para cobijarnos, cuando hay tantos seres de la calle que nunca lo han tenido y tal vez nunca lo tendrán. El placer de compartir es lo más grande que se puede describir en este mundo. Hay tanta gente que aunque tengan  todo en abundancia, nunca han conocido el enorme placer que es hacer sonreír a un ser desprotegido.
“Todo es grande cuando es grande el corazón que lo da” (Don Orione)
Feliz Navidad deseo a mi familia, a toda la gente de EL IMPULSO, a los articulistas de opinión, a mis amigos y queridos lectores  a quienes siempre llevo en el corazón.

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