Los resultados de las elecciones del 8 de este mes ratifican que Venezuela sigue estando dividida en dos grandes mitades que expresan sus simpatías por el oficialismo y la oposición, por lo cual también continúa planteado como de interés nacional la realización un diálogo civilizado y no una matazón entre nosotros.
En Siria después de una guerra civil que ha cobrado más de 100.000 muertos, la mayoría niños, ancianos y mujeres inocentes, han tenido que solicitar la intervención de las Naciones Unidas y de las grandes potencias mundiales para iniciar un diálogo que conduzca a la paz, de una nación destruida también en su estructura física e institucional.
O como sucede en Colombia, y lo afirmamos en anterior artículo, en política el diálogo se establece entre factores de poder, que generalmente tienen profundas diferencias ideológicas en cuanto a la conducción del Estado, con la finalidad de normalizar la vida política, económica y social de la nación. Por eso el diálogo se adelanta en Cuba entre representantes del gobierno del presidente Juan Manuel Santos y las FARC, previo acuerdo de que el mismo tiene como objetivo buscar y encontrar la paz definitiva en el vecino país. Y por lo que traducen las últimas informaciones de ambos contendientes, todo parece indicar que el vecino país se aproxima a una definitiva solución de paz y reconciliación
En nuestro país, afortunadamente no estamos en guerra, no obstante peligrosas manifestaciones de violencia en los barrios populares entre bandas armadas de diferentes signos, aunque con predominio del hampa común que también amenaza a la clase media y a toda la población. Sin embargo existe un estado de permanente violación de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, que en nuestra opinión requiere un diálogo de interés de toda la población, para afrontar la profunda crisis económica y social que se puede agravar en 1914, y para restablecer el Estado de Derecho.
Y aunque como se dice en corrillos políticos, Maduro fue el candidato y ahora el Presidente de los hermanos Castro, y en esa decisión del presidente Chávez pudo haber estado metida la mano y el pensamiento de los comandantes cubanos, lo que más nos importa a los venezolanos es evitar una confrontación violenta, que traería como consecuencia un empeoramiento de la situación económica y social que actualmente atraviesa el país, la ruina total que nos costaría años recuperar.
Y aunque el Presidente de la República llamó a un diálogo nacional, a los alcaldes que resulten electos el 8 de diciembre, sería importante que el gobierno diera algunos pasos para se produzca la liberación de los presos políticos y el regreso de los exiliados. La Navidad es una fecha apropiada para satisfacer la aspiración de muchas familias venezolanas de recibir en sus hogares a sus seres queridos, que están tras las rejas o en el ostracismo.
En estos casos la iniciativa corresponde al gobierno, porque si sus más altos funcionarios preservan el lenguaje insultante, agresivo y descalificador, el llamado de Maduro se convierte en una manipulación para engañar incautos. En principio tiene que imperar un acuerdo general de respeto al adversario a quien no puede continuar calificándose de enemigo de la Patria. Esto es una condición ineludible si existe sinceridad en el planteamiento, porque la crisis que atraviesa el país no la puede solucionar un sector que apenas representa la mitad de los electores.
El autoritarismo tiene ser que puesto de lado si no totalmente abolido, como demostración de que se puede y se debe dialogar entre factores de poder que representan partes iguales de la voluntad popular de los venezolanos. El momento histórico parece ser la gran oportunidad para descartar la mentira como política de Estado, preservando la ideología de cada uno de los dialogantes, pero buscándole solución a los grandes problemas de interés común, que son todos aquellos afectan a la totalidad de la población, como la inseguridad, el desabastecimiento y la escasez, como consecuencia de la reducción del aparato productivo, por las invasiones y expropiaciones de fincas e industrias en plena producción, que nos han hecho más dependientes de la renta petrolera y de las importaciones.
Es la hora de la sensatez, del sentido común y de la objetividad a que obliga la nueva correlación de fuerzas políticas y sociales, que requieren de un diálogo respetuoso y la creación de un clima de conciliación nacional, para no precipitarnos en un abismo empujados por la violencia extremista de diferente signo, de derecha o de izquierda con iguales resultados de barbarie.
Juan Páez Ávila