Siempre se presta mucha atención a las circunstancias que rodean a la madre –incluida su dieta– antes de la concepción de sus hijos. Es evidente, y la ciencia lo ha demostrado, que todo ello tiene consecuencias sobre la salud del futuro hijo. Ahora una investigación recuerda que también la dieta paterna antes de la concepción juega un papel crucial en la salud de su descendencia.
El estudio, publicado en Nature Communications, se centró en la vitamina B9, también llamada folato, que se encuentra en una variedad de verduras de hoja verde, cereales, frutas y carnes. Es bien sabido que, a fin de prevenir abortos involuntarios y defectos de nacimiento, las madres necesitan ingerir cantidades adecuadas de ácido fólico en su dieta, pero la forma en que la dieta de un padre puede influir en la salud y el desarrollo de sus hijos no ha recibido casi ninguna atención.
La investigación dirigida por la investigadora de la Universidad McGill (Canadá), Sarah Kimmins, muestra por primera vez que los niveles de ácido fólico del padre puede ser igual de importantes para el desarrollo y la salud de sus hijos como lo son los de la madre.
De hecho, el estudio plantea que los padres deben prestar tanta atención a su estilo de vida y su dieta antes de concebir un hijo igual que las madres. «A pesar del hecho de que el ácido fólico se añade a una variedad de alimentos, los padres que ingieren alimentos con alto contenido de grasa, dietas de comida rápida o que son obesos pueden no ser capaces de utilizar o metabolizar el ácido fólico en la misma forma que aquellos con niveles adecuados de la vitamina», explica Kimmins.
Los investigadores llegaron a esta conclusión mediante el trabajo con ratones, comparando a las crías de machos con folato insuficiente en sus dietas con la descendencia de progenitores masculinos cuya alimentación contenía niveles adecuados de la vitamina.
Estos expertos vieron que la deficiencia paterna de folato se asociaba con un aumento en defectos de nacimiento de diversos tipos en los hijos frente a las crías de ratones cuyos padres fueron alimentados con una dieta con suficiente folato.
«Nos quedamos muy sorprendidos al ver que había un aumento de casi el 30% de los defectos congénitos en la descendencia de los padres cuyos niveles de folatos fueron insuficientes», resalta el doctor Romain Lambrot, del Departamento de Ciencia Animal y uno de los investigadores de McGill que trabajaron en el estudio.
«Vimos algunas anormalidades esqueléticas muy severas que incluían tanto deformidades cráneo-facial como de la columna», añade. La investigación del grupo de Kimmins muestra que hay regiones del epigenoma de los espermatozoides que son sensibles a la experiencia de vida y, sobre todo, a la dieta y que esta información, a su vez, se transfiere a un mapa epigenómico que influye en el desarrollo y puede afectar al metabolismo y la enfermedad en la descendencia en el largo plazo.
El epigenoma es como un interruptor, que resulta afectado por señales ambientales, y está implicado en muchas enfermedades como el cáncer y la diabetes, además de influir en cómo los genes se activan y desactivan y, por lo tanto, en la forma en la que la información hereditaria se pasa a la descendencia.
Aunque se ha sabido durante algún tiempo que hay un borrado masivo y reestablecimiento en el epigenoma a medida que se desarrolla el esperma, este estudio muestra ahora que, junto con el desarrollo del mapa, los espermatozoides también llevan una memoria del medio ambiente del padre y, posiblemente, incluso su dieta y estilo de vida.
«Nuestra investigación sugiere que los padres tienen que pensar en lo que toman a través de sus bocas, lo que fuman y lo que beben y recordar que son los cuidadores de las generaciones por venir», afirma Kimmins. «Nuestro siguiente paso será trabajar con los colaboradores en una clínica de fertilidad para que empezar a evaluar los vínculos entre la dieta de los hombres, el exceso de peso y cómo esta información se refleja en la salud de sus hijos», adelanta.