La inflación y la especulación son cosas distintas. La primera obedece a la dinámica macroeconómica que tiene que ver con la relación entre baja productividad y el exceso de moneda en circulación. En fin, con las políticas económicas del Estado, y en particular las monetarias. Por su parte, la especulación y la usura son conductas comerciales y bancarias que aumentan el precio de una mercancía o de un préstamo muy por encima de la sumatoria de los costos de reposición y de las ganancias correspondientes, con el propósito de lucrarse de manera indebida.
Al Gobierno le conviene la amalgama entre ambos términos, porque así matiza las deficiencias de su política económica. A la oposición, en principio, no le convendría tal confusión, porque facilita el discurso oficial. Por eso no se entiende por qué los medios de comunicación de ese sector y sus principales voceros han adoptado una actitud de defensa de aquellos comerciantes que han incurrido en prácticas especulativas, de manera evidente y notoria, la cuales son condenadas por las leyes en todos los países civilizados.
¿Cómo, de qué manera se defiende a un especulador? Hay varias modalidades y mensajes. Lo primero es negar la existencia misma de la especulación y sostener que los comerciantes tienen derecho a vender a cualquier precio y que “la gente no está obligada a comprar si no está de acuerdo”. Así pues, las ganancias pueden ser ilimitadas y nunca podría hablarse de usura. Otra manera de justificar la especulación es afirmando que ella es consecuencia de la escasez, como si una situación de este tipo validaría que se llegase a cobrar hasta mil veces el precio de costo de una mercancía, sin ningún tipo de sanciones.
Ahora bien, las consideraciones sobre la especulación y la usura no se han quedado allí. Cada día se inventan nuevos alegatos. Los titulares anuncian que los inventarios se vaciarán y que no habrá reposición de los mismos, como si al vender sin especulación los comerciantes estuvieran regalando la mercancía. ¿Acaso no la cobran? ¿Y al cobrarla, no obtienen una ganancia y cubren todos los costos de reposición? Se parte de un criterio equivocado, según el cual la única forma de obtener ganancias, mantener abiertas las tiendas y conservar los empleos es por medio de la usura.
Finalmente, sale de la manga Cadivi como última prueba de que la especulación es justa. Aquí el razonamiento es: “no todo viene por Cadivi”. Cierto, pero el 95% de la mercancía sí viene por dólares preferenciales ¿Dónde está el comerciante que trajo electrodomésticos con dólares adquiridos en el mercado negro? No existe. Entonces se apela al “retardo en la liquidación de divisas”. Pero, ¿les devuelven los reales a los clientes, cuando aquellas son liquidadas? No hay excusa.
¿Por qué defender la especulación?
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