Vivir para siempre

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Humanidad, compasión y sobre todo, humildad. Nelson Mandela deja un legado como pocos en la historia del hombre. Cuando supe de su muerte, aún cuando la esperaba desde hace meses, sentí dolor y ganas de llorar, como si se me hubiera muerto alguien cercano. Y es que la gente de paz es como una gran familia. Me hubiera encantado conocerlo, estrechar su mano y manifestarle mi profundo respeto y admiración.

En un mundo en el que el hedonismo ha hecho de las suyas, donde ponerse en los zapatos del otro parece cada día más difícil, que alguien se haya elevado por encima de sus propios prejuicios, idiosincrasia y debilidades, es ya de por sí un gran logro.

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Leí unas críticas muy ácidas, incluso algunas disfrazadas de alabanzas, diciendo que lo peor que podía hacérsele a la memoria de Mandela era convertirlo en santo, pues había sido un hombre de carne y hueso. Justamente eso es lo que lo hace grande, que siendo un hombre con virtudes y defectos, como todos, hubiera potenciado sus virtudes y logrado para su país -y para la gente de buena voluntad alrededor del mundo- sembrar la esperanza de que se puede tener un mundo menos injusto, con menos diferencias, con más armonía.

Sus detractores pareciera que no se hubieran detenido a pensar en que Nelson Mandela fue un político, no una pieza de altares. Y como político fue hábil e inteligente, paciente y compasivo. ¿Cuántos políticos conocen de quienes pueda decir lo mismo?…

El hombre que pasó de ser líder moral a líder formal de su país se convirtió al mismo tiempo -y para todo el mundo- en la voz de las voces acalladas, en la mirada de los ojos cerrados ante la injusticia, en los oídos de las quejas sin destino, en los brazos que abrazan a quienes perdieron la fe en el ser humano.

Mandela demostró con su vida que la lucha pacífica no sólo es deseable, sino posible. Espero que su muerte no desate los demonios que pueden llevar a Suráfrica -y a otros países del África- a conflictos raciales de gran envergadura. Y es que pareciera que es más fácil soltar los demonios y dejar actuar las bajas pasiones que continuar por la senda de la paz y la conciliación. Sobre todo cuando hay tantas cuentas pendientes, tantos odios recalcitrantes, tantas diferencias.

La grandeza de Nelson Mandela crecerá con el devenir del tiempo y el suyo será el perfecto ejemplo de cómo se lucha por y para una idea, hasta el punto de estar dispuesto a dar la vida por ella. Sólo un alma grande como la suya fue capaz de salir de la cárcel tras más de tres décadas de una condena injusta, trabajos forzados y torturas, no a buscar venganza, sino a tender puentes. Porque si alguien tenía razones para vengarse, ése era él. La foto de su celda quedará como testimonio visual del lado oscuro de los seres humanos, de la oscuridad del fanatismo y todos los «ismos» que tanto daño han hecho.

La lucha por los derechos humanos tuvo en Mandela uno de sus bastiones. Y sus logros se han hecho patentes en todas partes. No me cabe duda, por ejemplo, de que el presidente de los Estados Unidos hoy es un hombre de raza negra en buena parte porque la voz de Mandela en contra del racismo y el apartheid llegó hasta los rincones más recónditos, se escuchó y tuvo eco… Gandhi y Martín Luther King tuvieron en él una fuente de inspiración inagotable.

Pero lo que viene a continuación no es fácil… Los fanáticos buscarán imponer sus criterios como sea y pueden echar por tierra los grandísimos pasos que se han dado en la cruzada por la igualdad de los seres humanos. Ya lo dijo Einstein: la estupidez humana es infinita. Mandela, con su sonrisa franca y su sabiduría, su campechanía y bondad, su valor y su fuerza, desgraciadamente ya no estará ahí para servir de muro de contención como lo hizo tantas veces ¡Se acaba de ir y ya hace falta! Espero que se impongan la sensatez y el amor por el prójimo.

La muerte de Nelson Mandela es su salto a la eternidad y a la vez una terrible pérdida para la Humanidad. Dicen que la muerte es un paso en la evolución, pero las reglas tienen excepciones: no ha habido muchas personas como Mandela… Entre tantos millones de seres humanos, los portadores de luz en la oscuridad son escasos… Y esos portadores de luz deberían vivir para siempre…

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