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Votar y resistir

En pocas horas se realizarán elecciones en las cuales se escogerá a Alcaldes y concejales en todo el país. Quienes simpatizan con el gobierno, o se hacen de la vista gorda de sus excesos autoritarios y represivos, dirán que la cita es un ejemplo del talante democrático del Ejecutivo, y que se suma a la larga lista de procesos comiciales que ha tenido el país los últimos tres lustros. Desde una óptica menos optimista y sin duda más crítica, se sostiene que es una oportunidad, una rendija que se abre para que todos aquellos que disientan, o no se sientan representados o identificados con el gobierno, o vean empeorada su calidad de vida e incierto su futuro, intactos o agravados sus problemas, en riesgo su vida, su familia, su propiedad, y su libertad de elegir cómo vivir, manifieste con su voto, su decisión de rechazar el actual proyecto político hegemónico, a pesar del ventajismo y abuso oficial e institucional en las condiciones en las cuales se acude al proceso electoral.
Una elevada participación de quienes aspiran un cambio de rumbo, e incluso de aquellos seguidores del proceso “revolucionario”, decepcionados y conscientes del fracaso del modelo político y económico del chavismo, puede enviar un mensaje claro en términos no del número de Alcaldías ganadas, en las cuales la dispersión geográfica favorece al gobierno, sino de la sumatoria del voto nacional, en la cual y en función de la votación en grandes capitales urbanas, pudiera resultar favorecida la oposición.
De no ser así, si la abstención golpea la participación opositora, y el fantasma de la derrota del 14-A sigue sumando desesperanza y conformismo, y el gobierno logra el funcionamiento de su descarada, ilegal, abusiva y criminal maquinaria de amedrentamiento, movilización y arrastre de voto, usando los recursos y bienes del Estado puestas al servicio de la parcialidad Psuvista, veremos un avance modesto de la oposición, y un número más abultado de Alcaldías en manos del oficialismo, y en el codiciado y temido voto nacional.
Algo parece quedar claro. Más allá de los números, de las cifras, porcentajes y resultados electorales de este Domingo 8 de Diciembre (día además del cumpleaños de quien esto escribe), está claro que Maduro continuará con su política de rebajas “sugeridas”, con visita de guardias nacionales y otros funcionarios armados incluida, ocupaciones e intervenciones al sector comercial y empresarial, bajo el conveniente argumento de la “guerra económica” y la cruzada anti-especulación. A fin de cuentas, cualquier amenaza, cadena, artificio o anuncio, por muy efectista y vacío que sea, es válido para lavarse las manos, escurrir el bulto y obviar temas como la inflación, la escasez de productos básicos, leche, papel, azúcar, harina, repuestos, medicinas, y un largo etc. El Estado socialista y Comunal continuará insultando, ignorando y criminalizando a los alcaldes opositores, y a todo el país que haya votado por ellos.
Así, es cada vez más evidente la naturaleza autocrática, el talante autoritario y totalitario del gobierno, aunque para muchos siga siendo esta afirmación una exageración. Durante 15 años la revolución ha dejado de gobernar, de resolver problemas, de crear bienestar y crecimiento o convivencia, para secuestrar todas las instituciones y poderes, para convertirse en este gran andamiaje de propaganda, en esta factoría especializada para elaborar mentira y delirios ideológicos, aceitada en la renta petrolera y la corrupción boliburguesa, y sobre todo, para no abandonar el poder.
Así como “deseos no preñan”, los decretos no crean automáticamente ni bienestar, ni felicidad, ni buen vivir. Inspirado en la brillante genialidad macroeconómica de Mugabe, la propuesta de Maduro para avanzar hacia la prosperidad económica y convertir a Venezuela en una potencia industrial, es decretar la reducción de todo cuanto sea reducible, sin importar que sean su ignorancia o jurásica visión económica las responsables de una economía distorsionada, regulada e irreal, ni aquella premisa universal según la cual nadie, absolutamente nadie trabaja, crea, fabrica o elabora nada a pérdida. Inflación. Alquileres en centros comerciales. Carros. Neveras. Televisores. Yates. Alimentos. Verduras. Inseguridad. Basura. Problemas.
Podrá dársele el nombre que quiera, pero esto no es ya una democracia. En ese ínterin, flotando en ese limbo de transición o indefinición, solo nos van quedando dos cosas: votar y resistir.
@alexeiguerra

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