Para recordar: “…del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” (Apocalipsis 13:8)
¡Qué “fácil” es hablar de historia! ¡Qué cómodo es hablar de hechos que ya ocurrieron! La historia a veces cambia, quizá porque han obviado evidencias o encuentran nuevas de ellas. Pero, gracias a Dios que en la mayoría de los casos, sigue siendo la misma; sea de un país, del mundo y hasta de nosotros mismos.
En cambio, lo difícil es hablar de profecía, de lo que no ha pasado. Cuando hablamos o escribimos sobre una profecía bíblica, no somos profetas, sino que nos acercamos a ser intérprete de la misma.
La Biblia, como palabra de Dios, es el más grande libro profético que se haya escrito, y decíamos, lo embarazoso de una profecía es que se cumpla la predicción, y el asunto se complica, especialmente si dicha predicción tarda en cumplirse unos cuatro mil años, por ejemplo.
Cuando Dios les dijo a Adán y a Eva, que de la simiente de la mujer saldría un hijo que heriría a la serpiente “en la cabeza” (que vencería al diablo), según Génesis 3:15, y como dice el refrán “del dicho al hecho”, transcurrieron unos cuatro mil años para que Jesús naciera en la tierra. Sin embargo, ¿cómo sabemos que esa sentencia se refería a Jesús?
Nuestro texto inicial está tomado de Apocalipsis 13:8 y dice: “…la adorarán (a la bestia) todos los habitantes de la tierra, cuyos nombres no están escritos en el Libro de la Vida del Cordero que fue muerto desde la creación del mundo”. En el mismo libro, capítulo 18, verso 1, señala: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”. Está hablando de nuestro Salvador y de la Salvación.
Es evidente que el Sustantivo “Cordero” (en mayúscula) se refiere a Jesús. Al leer Juan 1:29, cuando el Bautista vio venir al Señor, manifestó: “…He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (allí le faltaba poco, a Cristo, para morir por nosotros y cumplir Génesis 3:15).
En tal sentido, el apóstol Pedro escribió que fuimos rescatados “con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha…ya destinado antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros…” (1ª Pedro 1:19,20).
Para hablar sobre las profecías del nacimiento de Cristo, del Mesías, no necesitamos tanto espacio, lo que requerimos es conciencia y conocimiento. La razón es la misma, ya que hace algo más de dos mil años, Jesús dijo: “Escudriñad las Escrituras porque… ellas dan testimonio de mí” (Juan 5:39).
Moisés repitió palabras de Cristo, quien se le presentó como la “peña de Horeb” (Éxodo 17:6). Luego el apóstol Pablo escribió: “…bebían de la roca espiritual… que era Cristo» (1 Corintios 10:4).
En los Salmos David reveló varias aspectos de Cristo bien interesantes: Salmo 2:2, menciona su reinado celestial; Salmo 22, anuncia el sufrimiento del Mesías y que repartirían sus ropas…; Salmo 110, predice el triunfo del Mesías y David lo llama Melquisedec, tal como lo escribe Pablo en Hebreos 5,7,12 en otros; como nuestro Único “Sumo Sacerdote”, que hoy ministra en el cielo por nosotros.
El profeta Isaías habla de la aparición y el Reinado temporal de Jesús en la tierra (Isaías 4:2); alude: “Porque un Niño nos es nacido…Será llamado Maravilloso, Consejero, Dios Poderoso, Padre Eterno, Príncipe de Paz… Reinará sobre el trono de David… ” (Isaías 9); también dice: “Del tronco de Isaí saldrá una vara, y un vástago retoñará de sus raíces. Y reposará sobre él el Espíritu del Eterno. Espíritu de sabiduría y de inteligencia” (Isaías 11) y esa sabiduría de Jesús, es la que habla Lucas 2:40.
¿Quién puede dudar que Isaías 53 habla de Jesucristo, el Mesías; menciona sus sufrimiento y muerte, por nosotros, cuando dice: “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto… Como cordero fue llevado al matadero. Se dispuso con los impíos su sepultura, pero con los ricos fue en su muerte; porque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca”.
La profecía se ha cumplido y se cumplirá. Cristo no es un accidente terrenal. Fue Dios, el Hijo de Dios, el Mesías, el Cristo, que vino para morir por cada uno, salvarnos y pronto regresará para llevarnos al cielo, si eso deseamos…Continuará.
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