Sembrar ciudadanía

Los grandes hombres son aquellos que asignan grandes tareas a las sociedades y al tiempo en el cual les toca vivir.
El Estado moderno, si pretende ser eficiente y trascender, debe asegurarse de que cada ciudadano escriba una página del libro de su historia. Para ello es indispensable que propicie su activación como generador de ideas y acciones. No basta pensar sin actuar. No es suficiente actuar sin pensar. En la armonía de las activaciones de cada una de las partes se encuentra el éxito de la asociación de intereses, fines y propósitos del colectivo. De la colaboración, de la cooperación, de la creencia cierta de poder alcanzar la plenitud con la unión fraterna de todos los componentes del grupo humano que se reúna para llevar a cabo un fin, depende el éxito real de todos.
Hace   años, uno de los prohombres de la Venezuela de cualquier tiempo, aquél que pensó toda su vida en que en la comprensión de nuestra identidad se encontraba la fuente de nuestro éxito posible como sociedad, nuestro entrañable maestro el Dr. Arturo Uslar Pietri, publicó  una editorial el 14 de Abril de 1936 en el diario Ahora, con el título de Sembrar el Petróleo, el escrito más importante y trascendente en la historia de la Comunicación Social en Venezuela. Allí Uslar, señalaba la necesidad de convertir aquel abundante recurso natural no renovable en la producción de bienes y servicios que nos permitieran no solo autoabastecernos, sino desarrollarnos al multiplicar nuestro trabajo y estudio para convertirlos en la palanca de nuestra prosperidad.
Hoy en día, un escrito equivalente se denominaría “Sembrar Ciudadanía”. Nuestra necesidad básica se encuentra en lograr que el respeto, la consideración, la solidaridad y la cooperación retornen a nuestro medio como lo eran en la Venezuela de otros tiempos, con muchas enfermedades físicas y sin tecnología, con carencia cierta de instituciones educativas en todos los niveles, con un nivel escaso de instrucción y profesionalidad, con  pocos doctores e incluso bachilleres, pero con un gran sentido y orgullo de sus escasos logros, con respeto a la institución familiar quien era la que prestigiaba y enaltecía sus valores, con la palabra amorosa a flor de piel para rociar de estimulante esencia a los párvulos que se levantaban. Era un país que se enorgullecía de sus valores y los exaltaba, cantaba y compartía con vigor y entuasiasmo.
Paradójicamente, en la Venezuela  del rentismo petrolero, en la que se evapora el dinero de un Estado Rico para hacer a toda una nación más pobre de lo que siempre ha sido, que ha vivido de la mitología de su población de creer que tiene en su poder las resultas petroleras que siempre se le han negado, en el país con superávit de doctores y bachilleres, con escuelas, liceos y universidades visibles a nuestro paso, la instrucción pública masificada no ha dado la respuesta esperada. Y eso es porque en vez de formularlos bien la pregunta, hemos querido obtener la respuesta sin reflexionar con conciencia y sana meditación que nos pasa realmente. Pasamos del aplauso al esfuerzo al aplauso al  oportunismo y aventurerismo, todos carentes de valor genuino. Premiamos a las baratijas y perdemos las reales piedras preciosas. Honramos, homenajeamos y exaltamos a la ignorancia arrogante y al poder basto y ordinario. Nunca como ahora, fue y es tan necesario, sembrar ciudadanía.

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