El libro “Pedales y Pelotas”, que recoge 50 años de trayectoria periodística por parte de Alfonso Saer, “El Narrador”, en la cobertura de las especialidades de béisbol y ciclismo, fue bautizado por el padre Gustavo Flores en presencia de familiares, amigos y personalidades del deporte y la comunicación social, en acto cumplido en el salón 3 del Hotel Príncipe de Barquisimeto.
Saer, rodeado por su esposa Marta, sus hijos, hermanos y nietos, así como por amigos de distintos ámbitos en lo personal y profesional, fue acompañado por Ramón Guillermo Aveledo, Rubén Mijares, Domingo Álvarez, Adolfo Álvarez, Luis Aparicio, Domingo Carrasquel, Héctor Alvarado, Francesco Leone y Juan Manuel Carmona, director de EL IMPULSO, en acto en el que el periodista Luis Rodríguez Moreno fungió como presentador.
Como un “autodidacta, amante del deporte” lo presentó Rodríguez Moreno, quien recordó que para Saer fue también una gran pasión su fallecida madre, Doña Teolinda, recordada entre aplausos, todo esto antes de darle la palabra a Aveledo, autor del prólogo de la publicación impresa.
“Es una edición digna de la calidad de su contenido”, expresó quien evocó cómo, gracias a la voz de los narradores, entró en contacto con el béisbol e incluso reveló que fue en 1961, cuando por primera vez fue al estadio Universitario en Caracas, cuando descubrió la experiencia de asistir al béisbol de noche y saber que en los parques la grama era verde, algo que no veía en el viejo estadio Olímpico de Barquisimeto, hoy Daniel “Chino” Canónico.
Verbo vibrante
En sus palabras, Saer explicó que eligió el nombre de su libro por tratarse “de las dos disciplinas con las que maduré mi carrera periodística”. Le abonó a Luis Aparicio el hecho de que “quizás fue el primero que me enseñó a narrar cuando lo imaginaba en sus juegos y yo coleccionaba barajitas”, al tiempo que reveló que de Domingo Carrasquel tomó “la responsabilidad y la disciplina” con la que comandó a aquel primer Cardenales campeón en la temporada 1990-1991.
“A Ramón Guillermo Aveledo agradezco lo que intenta hacer por este país y le pedí redactar la presentación del libro por muchas razones, por ser amigo, barquisimetano, cardenalero, columnista de EL IMPULSO y además contemporáneo”, afirmó. Tampoco olvidó a Francesco Leone por “su batalla para que la educación no perezca” ni a Héctor Alvarado “por representar a ese ciclismo que tanto quiero y he amado”.
Al referirse a EL IMPULSO, su casa por más de 40 años, recordó que es el lugar “que no cambia por nada” y que ha tenido el privilegio de conocer a cuatro generaciones de integrantes de la familia Carmona que mantienen “la capacidad de seguir adelante y el espíritu incluso en momentos difíciles”.
A Rubén Mijares le reconoció “su clase y sapiencia” como parte de “la élite del periodismo” y agradeció haber sido su compañero por 30 años en el circuito radial de Cardenales de Lara. De Domingo Álvarez recordó que fue su compañero hace muchos años en EL IMPULSO y es ahora el gerente general de la LVBP. También dijo “gracias” a Don Adolfo Álvarez, presidente de Cardenales de Lara, por el esfuerzo de asistir pese a sus quebrantos de salud.
Explicó que lo esencial para él es “amar a Dios, querer a la familia y tener bastantes amigos” y que por ello ha podido cumplir ese medio siglo de labor. En la dedicatoria de su libro ya advierte que espera que su hijo Alfonso Jr., estudiante de comunicación social y quien da sus primeros pasos en la profesión, “tome el bastión por los próximos 50 años”, al recordar aquel episodio en el que Luis Aparicio recibió en el diamante un guante de manos de su padre, Luis El Grande.
Resumió su texto en el hecho de que “condensa lo ocurrido en 50 años” y explicó que “lo hice de memoria, consultando sólo algunas fechas. Son crónicas que hice en EL IMPULSO y El Nacional, el otro diario de gran categoría en el que pude estar. Mi única pretensión es la de compartir lo que he vivido. No hay una pretensión literaria”.
Dichas estas palabras, el padre Gustavo Flores procedió con el acto de las aguas bautismales y en sus palabras recordó la gran condición de “hombre mariano” del autor del libro. Saer se sentó a firmar decenas de ejemplares para regalarlos de manera personalizada a esas amistades presentes.
