Peleas, tensiones y luego la revuelta popular de los brasileños que parecían anestesiados por el ‘opio fútbol’: el casamiento entre la FIFA y Brasil ha sido tormentoso y amenaza con estallar en pleno Mundial.
A seis meses de la Copa del Mundo, el ente del fútbol y Brasilia son perseguidos por la posibilidad de un escenario catastrófico: que se repita la revuelta social histórica que sacudió al gigante sudamericano en junio pasado, ahora bajo la atenta mirada del mundo entero.
Sería una pesadilla para la Federación Internacional de Fútbol (FIFA), que obtiene del Mundial el 90 por ciento de sus ingresos por comercialización de derechos de transmisión y de mercadeo. Y también para la presidenta Dilma Rousseff, en precampaña para las elecciones generales de octubre de 2014.
El periodista Carlos Eduardo Eboli, responsable de un programa de deportes de la radio CBN, espera un “clima muy pesado durante la Copa del Mundo, con grandes protestas atizadas por el contexto electoral”.
Para Brasilia y la FIFA no es el momento de echar más leña al fuego. Si bien en teoría los 12 estadios deberían ser entregados a la FIFA antes del 31 de diciembre, es casi seguro que el Itaquerao de Sao Paulo, donde se jugará el partido inaugural del Mundial, se atrasará debido al accidente que dejó dos obreros muertos el miércoles pasado.
Valcke se impacienta
En 2007, Brasil recibió con júbilo su designación como sede del Mundial. El matrimonio con la FIFA prometía un futuro radiante.
Para los amantes del fútbol en todo el mundo, era imposible soñar con un Mundial más mágico que en la tierra de Pelé y del fútbol-samba. Para Brasil, en plena euforia de los años Lula, acoger el Mundial era la consagración del país como nueva potencia emergente.
Sin embargo, pronto comenzaron las disputas. En 2011, el secretario general de la FIFA Jerome Valcke, preocupado con los atrasos, sacó la tarjeta roja con una intimidante afirmación que sorprendió al gobierno: Brasil necesita “una patada en el culo” para acelerar el ritmo de las obras.
“La FIFA se jalaba los cabellos, no sabía a cual interlocutor dirigirse” en esta república federal con el poder dividido entre Brasilia, los gobiernos estatales y los municipales, indicó Eboli.
Valcke dijo además en abril: “Voy a decir algo loco, pero en los países donde existe menos democracia es mejor organizar una Copa del Mundo. Cuando se tiene un jefe de Estado fuerte, que puede decidir, como ocurrirá con (Vladimir) Putin en Rusia en 2018, será más fácil que en un país como Alemania (2006), donde hay que negociar con diferentes niveles”.
Pero con la cercanía del Mundial, estas dificultades quedaron de lado. “Llegó el momento en que trabajamos muy bien juntos, básicamente desde finales de 2011”, dijo Delia Fischer, responsable de prensa de la FIFA.
Solo que los brasileños prosiguieron la discordia en las masivas protestas durante la Copa Confederaciones contra la elevada factura pública para el Mundial, en este país con desastrosos servicios públicos.
Promesa incumplida
En 2007, el gobierno había prometido que el Mundial sería financiado en su totalidad por la iniciativa privada. Pero no hubo mucho entusiasmo empresarial y finalmente tuvo que revisar sus planes y desembolsar una buena cantidad de dinero. A setiembre pasado, el financiamiento público de la construcción o reformas de los 12 estadios mundialistas se elevaba a 3.882 millones de reales (USD 1.656 millones al cambio actual).
“Eso fue lo que enfureció a los brasileños”, explicó Eboli.
“Las futuras manifestaciones tendrán como blanco al gobierno, no a la FIFA. Aunque posiblemente tendrán lugar cerca de los estadios, para tener gran repercusión internacional”, estimó.
Y la FIFA no está fuera de la mira de los más radicales.
La red de comités populares “anti Copa” nominó al ente del fútbol al premio Public Eye 2014, llamado “Nobel de la vergüenza”, y que se entrega anualmente a la peor corporación en el foro alternativo de Davos. Anarquistas violentos del Black Bloc destrozaron deliberadamente emblemas de los patrocinadores oficiales del Mundial durante las manifestaciones que se prolongaron hasta el mes de octubre.