“El Gobierno montó esta estampida y no previó las consecuencias”, dice María, encargada de una tienda de electrodomésticos de Caracas, con la mirada puesta en los estantes vacíos que dejó la avalancha de compradores, tras las rebajas decretadas por el presidente Nicolás Maduro.
Han pasado casi tres semanas desde que el mandatario venezolano sorprendiera al mundo con su particular medida contra la desmesurada inflación (54,3% anualizada en octubre), y el frenesí de largas colas y compras compulsivas que se desató en esta y otras muchas tiendas del país ha ido cediendo a medida que se agotaban los productos, rebajados hasta en un 70%.
“Acabaron con todo, y ahora no sé cómo podremos reponer los productos”, declaró a la AFP la encargada de esta tienda en una calle comercial del este de Caracas, mientras controla a las decenas de compradores que entran y salen, algunos visiblemente decepcionados, con las manos vacías.
Sin embargo, para el economista Luis Vicente León, presidente de Datanalisis, las decisiones de Maduro, centradas en sectores no esenciales de la economía, “no son espontáneas sino producto de una planificación y es obvio que intentarán rellenar anaqueles de reposición”.
“La sustitución de importaciones privadas por públicas no resolverá el problema de fondo y sólo hará el sistema más ineficiente”, escribió en Twitter.
A pesar de los llamados de Maduro a moderar el consumo, la avidez de productos se vio favorecida también por la expansión de la liquidez monetaria, un 71% superior a la de hace un año, y la ampliación del límite de las tarjetas de crédito de algunos bancos.
A la preocupación por los inventarios se suma la de cómo hacer rentables los comercios tras la entrada en vigor de la ley -decretada por Maduro con los “superpoderes” que le dio la semana pasada la Asamblea- que fija los márgenes de ganancia de los productos entre 15 y 30%.