Esta semana se celebra en Venezuela el Día del Escritor. Vaya a cada uno de mis apreciados y sobre todo respetados colegas, mis más calurosas felicitaciones. Mi más profundo reconocimiento a una profesión u oficio, que no tiene la estima que realmente se merece, ni se le ha dado el valor que tácitamente tiene. Aún, cuando es un instrumento para consolidar la democracia, crear opinión, formar y edificar para lo bueno, de lo cual cada día adolece más esta sociedad, este país y este miserable planeta de pecado donde vivimos. Todo lo contrario. Cualquier escrito que presente una opinión acerca de un tema actual, que toque la sensibilidad de algún hipersensible, se corre el riesgo que se satanice y despierte una cacería de brujas que no se sabe cómo puede terminar. Estamos viviendo “tiempos peligrosos” como lo predijo Dios en 2 Tim.3:1.
Sin embargo, pese a todo, a quienes nos gusta escribir, siempre anhelamos condensarlo en un libro. Y quizás, para aquellos que tenemos como pasión la escritura puede ser fácil. Para aquellos, cuya vida camina en paralelo con el verbo, el estudio, las buenas lecturas y el tecleo diario, puede ser sencillo. Cuando los pensamientos del escritor destellan permanentemente y experimenta muy dentro de si cada cosa que vive, puede salir de manera espontánea, en prosa, novela o ensayo, por cuanto el libro anda con él, vive en él y crece dentro de él. Y si su corazón está imbuido por un anhelo permanente de plasmar, a través de la palabra escrita su experiencia con Cristo y desea hacerla llegar a todo el mundo, por agradecimiento a Dios o por una comisión dada, quizás no le cueste tanto escribirlo, y menos si deja que el Espíritu Santo le guie a lo largo de dicha travesía.
Lo que sí se torna casi imposible es editarlo, sobre todo cuando el escritor desea mantener su total independencia de la influencia política, tanto del gobierno como de la oposición, por lo cual no se inclina a buscar esa ayuda. Es entonces, cuando los costos de producción, a través de las empresas editoras del país le dan la estocada mortal al proyecto tan anhelado. Pero, cuando hacemos lo que nos toca y colocamos las metas en las manos de Dios, cuando nos acercamos y confiamos en que el Señor va a obrar en nuestro favor, siempre viene la ayuda. “Acerquémonos, pues, con segura confianza al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” Heb.4:16. Y eso fue precisamente lo que sucedió con este servidor. Nos allegamos con fe, con confianza y Dios derribó las barreras que se levantaron. Colocó en mi camino personas amigas, vecinos y familiares, fieles lectores del Diario El Impulso y de nuestros artículos, que valoran el trabajo del escritor, y logramos sacar a la luz nuestro segundo trabajo. “De la familia al cielo”.
Y es que las bendiciones de Dios no se detienen cuando el hombre camina en su vida mostrando un deseo sincero de serle fiel, servirle, obedecer su palabra y compartir las buenas nuevas con otros, éstas sobrepasan las expectativas. Promete, “Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor» (Mateo 25: 21).
Por ello, no es casual recibir el apoyo de hombres de letras, preclaros intelectuales y prolijos escritores como José Ángel Ocanto, Jefe de Redacción del Decano de la Prensa Nacional, EL IMPULSO, quien tuvo a bien honrarme con el prólogo de este libro. JAO escribió: “Cuanto ha brotado de las manos de este artesano de la escritura es un verdadero monumento de papel a la familia. No hay pretensiones ni poses de iluminado. No hay egos de por medio (…) Lejos de la monserga religiosa, sin dársela de puritano, el autor nos permite asistir al espectáculo de la vida familiar. La suya, de carne y hueso. Con un lenguaje cargado de un escrupuloso agradecimiento y giros que dan a su voz un tono de conversación cálida, cercana, como si tal milagro se produjera en el más íntimo rincón de su hogar, justo donde se escucha el retozo de los recuerdos, el rictus de los reveses, el desgarro de las ausencias (…) Tuve el privilegio de gozar, en silencio, plácidamente, de las mieles de esta obra. Ahora los invito a que también ustedes se den este banquete”.
Esto, es evidencia clara de “lo mucho” donde me ha puesto Dios. ¡Alabado y glorificado sea por siempre el Nombre de Jehová! . ¡Nos encontraremos el martes que viene, con el permiso de Dios! “Creo que la Biblia es el mejor regalo que Dios ha dado al hombre” Abraham Lincoln.
Reflexión – “De la familia al cielo”
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